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Carlos Semprún Maura

Bésame mucho...

Los europeos consideran a China como un inmenso mercado virgen por conquistar, y resulta que, mientras estaban de vacaciones, los chinos han conquistado el mercado textil europeo

En 1950, la revista Life encargó al fotógrafo Robert Doisneau  –que se hizo celebre después– un reportaje sobre “París y sus enamorados”. Doisneau vagabundeó con su Leica, por las calles y plazas de la capital, y un día se topó plaza del “Hotel de Ville” (ayuntamiento), con una pareja que se besaba bien, al menos fotogénicamente. Les pidió repetir y permiso para fotografiarles. La pareja, François Bornet y Jacques Carteaud, eran jóvenes aprendices de actor, que cursaban estudios en el entonces famoso Cours Simón, que fue algo comparable, a nivel parisino, del Actor´s Studio. Los jóvenes aceptaron, y la foto “El beso”, dio la vuelta al mundo. El pasado lunes 25, se subastó uno de los originales de la foto, en posesión de François Bornet, que Doisneau había regalado a la pareja, y un suizo anónimo la compró por unos 155.000 euros. La joven de 75 años, hoy, se declaró encantada y anunció que iba a consagrar esa suma a montar una productora de documentales. Con esa cantidad, me imagino que deberá limitarse a cortos. Esto que puede parecerse a un cuento de hadas, es en realidad un escándalo, que demuestra una vez más, si fuera menester, la intolerable dictadura femenina que nos esclaviza y nos convierte en objetos ¿de deseo? Porque, ¿han visto la foto? ¿Quién toma la iniciativa?,  ¿quién es el protagonista? El macho, claro. Y, ¿qué ha recibido? ¿Qué ha sido de él? Sólo el silencio y el desprecio femenino cubren su gesta.
 
Pasando a cosas apenas más serias –un beso es cosa seria–, la UE demuestra una vez más sus incoherencias. Habiéndose percatado, después de treinta años por lo menos, de que los pantalones chinos invadían el mercado europeo a precios incomparables, arruinando a nuestras empresas textiles (no sé porque las referencias suelen ser los millones de pantalones invasores, y no las camisas, camisetas, braguitas, etcétera... porque imagino que no aluden a “La nube con pantalones” de Maiakovski), la comisión ordena a los chinos reducir drásticamente sus exportaciones textiles. Lógicamente, Pekín se niega. Entonces, jaleada por Francia, la UE se prepara a cerrar fronteras, organizar barricadas, levantar aranceles y tarifas aduaneras. Los responsables europeos parecen unánimes para imponer la resistencia a ultranza contra la ofensiva de los pantalones chinos (pero de corte inglés), sin embargo, ciertas voces pragmáticas suenan la alarma: y ¿si los chinos hacen lo mismo? Si cierran sus fronteras a nuestros productos, ¿quién saldrá ganando? Los europeos consideran a China como un inmenso mercado virgen por conquistar, y resulta que, mientras estaban de vacaciones, los chinos han conquistado el mercado textil europeo. El problema es desde luego peliagudo, y las negociaciones, que fatalmente se entablaran, serán arduas, pero una cosa queda clara: el mercado común europeo que fue “globalmente positivo” se ha quedado corto, el mercado es mundial y lo será cada vez más. Y es en esa perspectiva, también, hay que criticar a la Constitución europea.

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