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Isabel Durán

Sucesión de la Corona

La reforma de la Constitución es, además, delicada y compleja y abre un abanico de incógnitas en el que varios de los mayores expertos en la materia han alertado de los riesgos que comporta

El nacimiento el próximo mes de noviembre del primer hijo de los Príncipes de Asturias añade, a la notable algarabía y felicidad de un acontecimiento de esta naturaleza en cualquier pareja normal, un valor político excepcional ya que el neófito ocupará el número dos en la línea de sucesión a la Corona. Se abre por tanto un periodo de expectación, dado que dependiendo de que el heredero sea varón o mujer tendrá una repercusión de indudable trascendencia política. En el primero de los casos no habría, constitucionalmente hablando, discusión alguna. En el segundo, es decir, en el caso de que nazca una niña, dada la Constitución de 1978, sería harina de otro costal.
 
En efecto, el artículo 57,1 de la Carta Magna decreta:
“La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M . Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo a al más remoto; en le mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos”.
 
O lo que es lo mismo, establece la discriminación por sexo prohibida expresamente en el artículo 14, ya que se permite el acceso de la mujer a la jefatura del Estado siempre y cuando no tenga un hermano varón. Puestos en estas circunstancias, ninguna duda sucesoria existe al respecto, pero ¿qué pasaría si Don Felipe y Doña Leticia tienen primero una niña y después un varón?
 
Evidentemente habría que reformar la Constitución, salvo que se quiera hacer que prevalezca la discriminación, pero ¿tendría efecto con carácter retroactivo para que esa niña ocupara un día el trono de España? Catedráticos de Derecho Constitucional como Jorge de Esteban sostienen que no. La reforma de la Constitución es, además, delicada y compleja y abre un abanico de incógnitas en el que varios de los mayores expertos en la materia han alertado de los riesgos que comporta. Quizás la más grave la reseñó el ex presidente del Tribunal Constitucional, Álvaro Rodríguez Bereijo, cuando advirtió de que el proceso pueda desembocar en un referéndum sobre la Monarquía. Y lo hizo cuando todavía no estaba en La Moncloa José Luis Rodríguez Zapatero.
 
El presidente del Gobierno, al que le gusta el rey Juan Carlos porque es “bastante republicano”, lleva como socios de primera a los más radicales y furibundos independentistas republicanos de izquierdas, quienes, conscientes de su poder, lo ejercen a golpe de chantaje. Dado que para los socios de ZP, y quizás también paraZetapé, estamos en un verdadero “periodo constituyente”, sólo queda reseñar que, hoy más que nunca, todas las incógnitas permanecen abiertas. Entretanto, vaya por delante mi más sincera felicitación por tan real y feliz acontecimiento.

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