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Amando de Miguel

El inglés sin esfuerzo

Siguen las informaciones sobre el verbo fuck. Carlos Bonilla aporta una divertida historia. La palabra aparece escrita por primera vez en el siglo XV. Es un poema que satiriza a los frailes carmelitas de Cambridge, Inglaterra. Se titula Flen, flyys and freris, esto es, en inglés antiguo, “Pulgas, Moscas y Frailes”. Utiliza un sistema de encriptado muy elemental para ocultar el verso que dice así en inglés actual: They are not in heaven because they fuck wives of Ely. Traduzco: “Los frailes no van al Cielo porque se follan a la comadres de Ely”. Ely es una ciudad próxima a Cambridge. Gracias por la ilustración, don Carlos.
 
A propósito de las disquisiciones sobre la voz fuck (= follar), George Fowler (Indiana University, Estados Unidos) señala, con buen acuerdo, que resulta difícil trazar su origen porque siempre fue una voz tabú. En su virtud, se pronunciaba pero no se escribía. “A no ser que alguien invente la máquina del tiempo, nunca podremos resolver problemas filológicos como el de fuck”. Permítame decirle, don George, que esa máquina del tiempo está ya inventada: la imaginación. Es tan perfecta y gasta tan poca energía, que cada uno tiene la suya. Por eso podemos discutir las varias versiones de la etimología de fuck, fotre o follar, y de otras muchas intrigantes palabras. Es un viaje tan fantástico como el de Clavileño.
 
De sobra es conocido el aprecio por los acrónimos en el inglés coloquial o incluso técnico. A propósito de las historias sobre fuck, Ignacio González añade una serie de divertidos acrónimos en la parla actual: FAO (= for the attention of, a la atención de), ASAP (= as soon as posible, lo más rápido que se puede), BOGOF (= buy one, get one free, tres por el precio de dos). Todo llegará.
 
José Mª Navia-Osorio confiesa su irritación cuando ve que el número del distrito postal se antepone al nombre de la provincia. Por ejemplo “28400 Madrid”. No es cuestión de molestarse por tan poca cosa. Es claro que estamos ante una imitación del inglés, una vez más. Don José Mª sostiene que se trata de un “anglicismo numérico”. Pero en ese caso puede que se justifique para facilitar la lectura electrónica de la correspondencia. Cuando decimos “28400”, la máquina lee “Madrid” primero “28” y luego “400”, el distrito postal correspondiente. No es tan aberrante como parece.
 
Juan Castelao (Vancouver, Canadá) se desespera con la jerga del lenguaje de los anuncios en los aviones y aeropuertos. Aduce el ejemplo de “bienvenidos a bordo de Iberia”, que es “como si uno se subiese a la compañía”. En general, le parece lastimoso ese lenguaje. Confirmo esa impresión. Los aviones no se dejan al salir de ellos, sino que “se abandonan”. No basta con avisarnos de que no nos movamos hasta que “los motores estén parados”, sino que se añade la inútil precisión de que “estén completamente parados”. No basta con dar instrucciones a “los pasajeros que tengan que tomar otro avión”, sino que se dice “aquellos pasajeros”. Supongo que son inevitables esos pequeños contagios del inglés, pero a mí me molestan.
 
José María García González (Getxo, Vizcaya) comenta lo de by-pass, si se traduce por puente o pontaje. Es lo que se llama un puente cardíaco. Lo mejor sería aceptar baipás, que es como los hispanoparlantes lo decimos y todos nos entendemos. Hay también un baipás carreteril, una especie de ramal para resolver algún obstáculo o encrucijada. Pues se le llama también baipás y asunto concluido. Lo que no debe decirse es baipéis, como pronunciaba un político valenciano para referirse a las obras de la autopista de circunvalación de Valencia. El hombre creía que la cosa sonaba así más auténtica.
 
Jaime Lerner (corresponsal de los fijos), a propósito del inglés de lenguatrapo de nuestro ministro Moratinos, comenta que él sí ha oído varias veces ese episodio. “Si no fuesen trágicos, pocos diálogos de la historia contemporánea moverían a risa como los diálogos eninglésque Desatinos, por cuenta y orden de la Unión Europea, mantenía con su amigo del alma, el finadito Arafat”. Añado que da mucha moral escuchar el inglés de Moratinos, un poco como el de los indios de las películas del Oeste. Da moral porque entonces cualquier español, con su inglés demy taylor is rich, puede llegar a los más altos destinos, Moratinos.

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