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Ignacio Cosidó

Aislados

Los dos políticos a los que Zapatero unió su destino, el canciller Shroeder y el presidente Chirac, pueden llevárselo a pique en su caída

Los errores persistentes de Zapatero en su política exterior conducen a España a un progresivo aislamiento en Europa y en el mundo. Tan solo aquellas tiranías que gozan de la simpatía del Gobierno español o aquellos otros regimenes dictatoriales que encuentren en la Alianza de Civilizaciones una coartada perfecta para mantener la opresión sobre sus pueblos podrán ser considerados en el futuro como aliados de ZP. Por el contrario, las grandes democracias mundiales parecen ir dando, una a una, la espalda a Zapatero.
 
El principal error de la política exterior de Zapatero ha sido transformar la relación privilegiada que heredó de Aznar con la principal potencia mundial, Estados Unidos, en una relación atormentada. La irresponsable retirada de nuestras tropas de Irak, en el tiempo y en la forma; la llamada a la deserción que se permitió el presidente durante su viaje a Túnez; y la errónea y pública apuesta de Zapatero por la derrota de Bush en las urnas hace que las relaciones entre la Casa Blanca y La Moncloa sean simplemente inexistentes.
 
En aquellos asuntos como la lucha contra el terrorismo o la cooperación militar en los que Estados Unidos sigue manteniendo intereses estratégicos en España, la Administración Bush se permite puentear a nuestro presidente y negocia directamente con los ministros implicados. En el caso de Bono, el principal rival interno de Zapatero dentro del PSOE, la desmesura de cordialidad parece querer poner en mayor evidencia los desplantes a nuestro presidente.
 
En todo caso, el Gobierno tiene poco que esperar de los Estados Unidos, a pesar de la servidumbre que caracteriza nuestra posición en los últimos meses, asumiendo mayor compromiso en Afganistán y cediendo a todas las peticiones norteamericanas. Habrá quién no conceda mucha importancia a esta realidad, pero uno tiende a acordarse de Santa Bárbara cuando truena, así que crucemos los dedos para que no tengamos a corto plazo una crisis que obligue a poner a prueba la fiabilidad de nuestra relación con Estados Unidos más allá de los gestos y las palabras.
 
El panorama en Europa no es mucho mejor. El corazón al que nos ha querido devolver Zapatero está al borde del infarto. Los dos políticos a los que Zapatero unió su destino, el canciller Shroeder y el presidente Chirac, pueden llevárselo a pique en su caída. Por otro lado, ese “jili” de Blair, Bono dixit, parece dispuesto, tras su “amarga” victoria, a terminar de amargarle la vida a ZP.
 
En la ratificación sobre la Constitución Europea Zapatero quiso que, por una vez, los españoles fuésemos los primeros en subirnos al tren. El problema es que una vez que nos instalamos en él, el resto de los europeos parece querer dejar ese tren en vía muerta y con Zapatero esperando dentro. Por mucho que nuestro presidente se sugestione y pretenda trasmitirnos que el tren seguirá avanzando, cada vez parece más claro que ese tren va a ser aparcado para una buena temporada.
 
En la Unión Europea, la estrategia de Zapatero era hacerse el simpático para que sus amigos le dieran propinas por sus gracias. El éxito era más que dudoso, entre otras razones porque en Europa la gente tiende a ser más bien seria y a defender sus intereses con uñas u dientes. Pero es que además los amigos elegidos tenían demasiados apuros dentro de casa como para permitirse ningún gesto de generosidad de cara al exterior. Ahora, al menos en el caso alemán, con las elecciones adelantadas a octubre, el canciller ni siquiera tendrá oportunidad de devolver los cumplidos.
 
En Francia la derecha decadente de Chirac, a la que paradójicamente Zapatero había subordinado nuestra política exterior, parece hundirse definitivamente. La duda es si al decrépito presidente lo sustituirá una nueva derecha liberal liderada por Sarkozy o la trasnochada izquierda de Fabius. En el primer caso, Zapatero tiene un serio problema. En el segundo, el problema lo tendremos todos los franceses y todos los españoles.
 
Pero no será preciso esperar tanto, el espléndido aislamiento de Zapatero en Europa se va a poner de manifiesto claramente en las negociaciones sobre el escenario financiero de la Unión para el período 2007 a 2013. Si Dios no lo remedia, España va a perder en esa negociación la totalidad de los fondos europeos que tan decisivamente habían contribuido a nuestro desarrollo económico en los últimos años. Nadie en el corazón de Europa va a sentir un gramo de compasión ni por Zapatero ni por nosotros.
 
Una nueva realidad política está naciendo en la Vieja Europa. Una Europa bajo el triple liderazgo de Tony Blair en el Reino Unido, Angela Merkel en Alemania y, esperemos, Nicolas Sarkozy en Francia. Zapatero ni está ni se le espera en esa Nueva Europa. Su alternativa puede ser entonces una alianza con la Cuba de Castro y la Venezuela de Chavez para promover juntos la revolución universal.

Ignacio Cosidó es senador por el PP.

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