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Francisco Cabrillo

Keynes, Strachey y Grant: peleas de enamorados

y añadió, con ironía –y no excesivo buen gusto– que, a lo mejor, lo que debería hacer era “violar a un estudiante en el salón del College, para dejar las cosas algo más claras”

Parece que Keynes abandonó definitivamente la práctica de la homosexualidad tras su matrimonio con la bailarina rusa Lidia Lopokova. Pero, en sus años de juventud y primera madurez, las mujeres no fueron para él, ciertamente, objeto de especial interés. Uno de los textos más curiosos de su correspondencia de sus años juveniles se encuentra en una carta que escribió, desde Italia, a su amigo Lytton Strachey el año 1906. Tenía entonces nuestro economista 23 años y pasaba unos días en la villa que unos conocidos ingleses tenían cerca de Florencia. Allí conoció a una chica, inglesa también, de 18 años llamada Ray y, de forma sorprendente, se dio cuenta de que le gustaba. Así lo explicó en la carta: “Parece que me he enamorado un poquito de Ray, pero como no es un hombre no sé bien qué pasos debería dar…Desde luego es casi como un hombre, ya que, sin duda, practica el safismo”
 
Su corresponsal Lytton Strachey fue una figura muy relevante de la vida intelectual inglesa de las primeras décadas del siglo XX, uno de los miembros más relevantes del grupo de Bloomsbury y autor, entre otros, de un delicioso libro de biografías breves titulado “Victorianos eminentes”. Strachey fue siempre homosexual; y parece que, años más tarde, llevó muy mal el hecho de que Keynes finalmente decidiera casarse con una señora.
 
El tercer personaje de nuestra historia fue un excelente pintor, Duncan Grant, primo de Strachey y amigo de Keynes, y también hombre de carácter peculiar. Aunque Grant fue siempre homosexual, compatibilizó esta preferencia con sus relaciones con Vanessa Bell, con la que convivió durante varios años y con la que, incluso, tuvo una hija.
 
Nuestra historia transcurre en 1908. Grant y Strachey eran amantes. Su relación había sido bastante tormentosa y, como atestigua su correspondencia, Keynes había tenido alguna vez que consolar a su amigo Strachey cuando las cosas no le iban bien con el joven pintor; y éste se lo había puesto difícil en varias ocasiones, como aquella en la que mantuvo una relación amorosa en París el año 1906 con Arthur Hobhouse, quien, con anterioridad, había sido, por cierto, novio del propio Keynes. Tras esta aventura, Grant y Strachey se reconciliaron. Porque, al fin y al cabo, como el economista sugería en una de sus cartas “cualquiera podría enamorarse de Duncan”.
 
En junio de 1908 Strachey pasó un mes en Cambridge, dejando a Grant y a Keynes en Londres. Grave error, sin duda, porque el pintor y el economista empezaron en seguida una relación amorosa. “Sé que seremos felices”, había escrito Grant cuando comenzó el asunto. Y algún biógrafo de Keynes no ha dudado en señalar que aquellos dos meses del verano de 1908 fueron, tal vez, los más felices de la vida de nuestro economista. Parece que los caracteres de los amantes eran lo suficiente diferentes como para que al principio se atrajeran mutuamente. Grant era un hombre sencillo y de mentalidad artística; Keynes, en cambio, un tipo sofisticado, muy inteligente y práctico. Pero lo que seguramente los unió al principio, más tarde los acabaría separando; y su correspondencia de los primeros meses del año siguiente, 1909, refleja ya un claro distanciamiento.
 
Pero ¿qué había sido, entre tanto, de Lytton Strachey, el amante abandonado? La verdad es que tomó el asunto muy a mal y empezó una auténtica campaña de difamación contra Keynes entre los amigos comunes. En su cartas “Pozzo di Borgo” –el apodo con el que se refería a su antiguo amigo– aparece como un personaje lamentable, indiferente a todo sentimiento y despectivo hacia los demás. En su opinión, “si alguna vez un alma humana tuvo un destino trágico, ésta fue la suya...y no cabe duda de que se trata de un destino bien merecido”.
 
Aunque la relación entre Strachey y Keynes duró aún muchos años, este enfrentamiento dejó una marca permanente. Pero dos caballeros, sobre todo tras haber sido amigos durante tanto tiempo, al final suelen comportarse como tales. Sólo unos meses después de este asunto Keynes fue elegido “fellow” del King´s College de Cambridge, un paso muy importante en su carrera académica; y Strachey no dudó en escribirle una carta de felicitación. La respuesta del economista fue igualmente amable, pero, después de lo ocurrido entre ambos, su contenido resulta bastante sorprendente. Tras mostrar su agradecimiento por la felicitación, Keynes se dedicó a hacer comentarios sobre el College y le contó, por ejemplo, cuánto le había gustado asistir, ya como miembro permanente del claustro, a la cena de los profesores; y añadió, con ironía –y no excesivo buen gusto– que, a lo mejor, lo que debería hacer era “violar a un estudiante en el salón del College, para dejar las cosas algo más claras”. Strachey calificó esta repuesta como una “carta estéril”, que sólo confirmaba sus opiniones anteriores. No cabe duda de que las peleas por el novio dejan una huella profunda, tanto a las modistillas como a los escritores y a los economistas ilustres.

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