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EDITORIAL

Lo que está en juego en Galicia

Hoy, 19 de junio, en Galicia se despacha mucho más que el Gobierno de una Comunidad Autónoma, está en juego la apuesta suicida que Zapatero echó sobre la mesa el día en que decidió gobernar para una minoría

Pase lo que pase hoy en las elecciones al parlamento gallego, el resultado de las mismas va a marcar notablemente la vida política nacional de los próximos años. Todo indica que el vencedor será Manuel Fraga, actual e incombustible presidente desde hace tres lustros; sin embargo, el líder popular necesita obtener la mayoría absoluta para poder garantizar su continuidad al frente de la Xunta. Si la consigue, su victoria significará el espaldarazo definitivo que el PP precisa para postularse en las próximas generales como recambio al ya desgastado Gobierno de Zapatero. Si, por el contrario, se queda con la relativa, aunque sea por unos pocos miles de votos, el panorama que se abre para Galicia y, por extensión, para el resto de la Nación, es un tanto desalentador.
 
A lo largo de los últimos quince años de gobierno popular, la antaño atrasada e inaccesible región galaica ha experimentado un despegue histórico y se ha modernizado y puesto al día en casi todos los ámbitos. Esto no es, naturalmente, atribuible a un Gobierno sino al empuje y la determinación de sus gentes, pero no es menos cierto que la estabilidad política y el buen tino que han acompañado a la era Fraga ha contribuido en mucho a la prosperidad de la que hoy gozan los gallegos. El modelo no está, ni mucho menos, agotado. Galicia es una prometedora región en la que todavía queda mucho por hacer. El cambio que, en comandita, ofrecen los socialistas de Touriño y los nacionalistas de Anxo Quintana –ambos minoritarios- consiste, por lo tanto, en comprometer la gobernabilidad de la región y ponerse al servicio de la estrategia disgregadora que patrocina el Gobierno central.
 
Con Galicia en manos de un combinado político a la catalana, es decir, socialistas y nacionalistas radicales, las tesis del dúo Carod-Maragall, que es el que marca la agenda política española, tendrían el aval de una región más cuyos intereses quedarían, dicho sea de paso, completamente plegados a los del tripartito catalán. Es posible que Zapatero, con objeto de arrimar algún voto extra a su candidato, haya hecho intención de llevar a Galicia las inversiones que hasta ahora ha negado por motivos políticos. Lo incuestionable, sin embargo, es que prácticamente todo el programa del Ejecutivo está hipotecado por los pactos a tres entre el Ferraz, el PSC y la Esquerra. Con estos mimbres, que se fundamentan en la asimetría de Cataluña sobre el resto de España, es harto difícil que el presidente pueda cumplir lo que ha prometido durante la campaña. Porque aunque desde Moncloa intenten ocultarlo, el proyecto de financiación autonómica de Maragall supone, de facto, que cada autonomía se las arregle como pueda.
 
Galicia se encuentra pues en la encrucijada y frente a las que quizá sean las elecciones más reñidas de su historia. Los gallegos tienen en la mano consolidar una etapa que, con sus luces y sus sombras, ha sido buena en líneas generales para Galicia; o entregar el Gobierno de la región a dos partidos mal avenidos entre ellos y cuyo denominador común es el oportunismo. Hoy, 19 de junio, en Galicia se despacha mucho más que el Gobierno de una Comunidad Autónoma, está en juego la apuesta suicida que Zapatero echó sobre la mesa el día en que decidió gobernar para una minoría. Pase lo que pase, nada volverá a ser igual.

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