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Ignacio Cosidó

Democracia humillada

el Gobierno debe proponer una nueva resolución en el Congreso de los Diputados para reafirmar su voluntad de derrotar a los terroristas, negándoles cualquier posibilidad de dialogo o negociación

Los nueve atentados reivindicados por ETA y la voluntad expresada en su último comunicado de seguir con su actividad criminal ponen de manifiesto el profundo error de cálculo de Zapatero al iniciar un proceso de dialogo con la banda terrorista. Este no es, sin embargo, un error gratuito. ETA sale fortalecida de todo este proceso de confusión e incertidumbre al que nos ha sometido el Gobierno. Por su parte, la democracia española está hoy más dividida frente al terrorismo y ha sido innecesariamente humillada. Ante esta realidad, el Gobierno sólo tiene dos alternativas: o modifica radicalmente su equivocada estrategia antiterrorista o tendrá que hacer frente a una grave responsabilidad histórica.
 
Zapatero creyó que la debilidad de ETA era de tal extremo que podía precipitar un final dialogado del terrorismo sin riesgo de fortalecer a la banda. Es posible que ETA no haya podido fortalecerse criminalmente en estos últimos meses, gracias a la persistencia policial y judicial en la lucha contra el terrorismo, pero es incuestionable que se ha rearmado políticamente gracias a los errores de nuestro Presidente. Así, una ilegal y acorralada Batasuna, autentico brazo político de la organización terrorista, ha pasado en pocos meses a convertirse en una fuerza decisiva en la política vasca, a retomar las calles y a permitirse marcar la agenda del dialogo del Gobierno con ETA. Quién crea que todo esto carece de importancia se equivoca gravemente, porque si algo habíamos aprendido en los últimos años es que ETA es algo más que un grupo de pistoleros y que para poder derrotarla es preciso combatirla en todos sus frentes, especialmente en el político.
 
Pero en estos meses, gracias al interesado error de cálculo de ZP, ETA se ha fortalecido no sólo políticamente, sino también estratégicamente. El aumento de la actividad criminal de la banda no se debe tanto a un aumento de su capacidad como al fortalecimiento de su voluntad de hacerse presente. Los terroristas han recompuesto una moral que tenían muy disminuida. Los atentados, ante la perspectiva de una negociación, han recuperado un sentido estratégico del que carecían en los últimos años. Lamentablemente, todo esto es más relevante para la banda que la detención de uno u otro dirigente.
 
ETA se jacta también de haber logrado dividir a los demócratas. El Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo se había mostrado como el arma más eficaz para poder alcanzar algún día la victoria definitiva sobre el terror. Los cantos de sirena susurrados secretamente por los terroristas al oído del Presidente le disuadieron sin embargo de que merecía la pena romper ese Pacto con el PP en aras de una paz que lo hiciera innecesario. La realidad es que Zapatero se ha quedado hoy sin Pacto por las Libertades y sin el ansiado acuerdo de paz.
 
Con todo, lo más grave de todo este proceso abierto por Zapatero es la innecesaria humillación a la que ha sometido a la democracia española. El Parlamento, depositario de la Soberanía Nacional, ha tendido una mano a los terroristas para ser mancillada y pisoteada por los asesinos. Las victimas del terrorismo han sido agraviadas con el ofrecimiento de una generosidad que ha sido soberbiamente despreciada por su verdugos. El Gobierno de todos los españoles ha sido engañado y burlado por una organización de criminales que ha sembrado ya un enorme dolor en nuestra sociedad. Todo ello no ha sido solo innecesario, sino contraproducente para la causa de la libertad y de la paz.
 
El Gobierno debe rectificar de inmediato una política que sólo ha servido para fortalecer a los terroristas y dividir a los demócratas. El Gobierno debe instar de una vez por todas a la ilegalización del Partido Comunista de las Tierras Vascas. Lo debe hacer no solo porque es eficaz en la lucha contra ETA, sino para restablecer la plena vigencia de nuestro Estado de Derecho.
 
En segundo lugar, el Gobierno debe proponer una nueva resolución en el Congreso de los Diputados para reafirmar su voluntad de derrotar a los terroristas, negándoles cualquier posibilidad de dialogo o negociación. Lo debe hacer no solo para resucitar el Pacto por las Libertades, sino para restaurar la dignidad de nuestra democracia.
 
Por último, el Gobierno debe solicitar públicamente el perdón de las víctimas del terrorismo y debe cesar a su Alto Representante como mejor muestra de que la justicia será aplicada con el máximo rigor a los asesinos. Lo debe hacer no solo para resituar a las victimas como referencia esencial en la lucha contra el terror, sino para resarcirlas moralmente de una humillación innecesaria.

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