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Amando de Miguel

Amalgama

Cristina Cerdá Torres aporta un interesante comentario, que traslado a la pantalla: “La X en valenciano sustituye generalmente a la J castellana en nombres como Xátiva (Játiva), Xabia (Jávea), pero nunca a la CH. Xiquet no existe en valenciano, por mucho que se empeñen; es chiquet, [así como] la horchata no es orxata, y nuestro autóctono che es puramente valenciano”. Añado que Blasco Ibáñez cuenta que en Vizcaya a los soldados los llamaban ches, porque muchos pasaban por ser valencianos.
 
Luis Fernando Ruiz Bedoya (Madrid) me cuenta, alarmado y divertido, que la Oficina de Turismo de Navarra pone en los carteles “Reyno de Navarra”. Le parece un “atentado a la imagen de Navarra”. Hombre, no es para tanto. Se trata de un truco publicitario para “vender” la imagen de Navarra como algo antiguo, medieval. Lo de “reyno” es un inocente arcaísmo. Se puede aplicar a Valencia, a León, a Castilla y a los otros reinos formados en la Edad Media. Es claro el origen de a regendo (= lo que se rige) o regnum (= lo que es regido).
 
Fran Riaño discrepa del uso del neologismo emoticonos. Razona que, en todo caso, de emoticón daría en plural emoticones. En principio, tiene razón, pero no lo tengo claro. A esa lógica gramatical se añade la de preservar la voz “icono” (= figurita). Don Fran sugiere caretos, caritas, getas o caras. Tampoco está mal. Aumentan las dudas. Espero sugerencias. Insisto en que las susodichas figuritas intentan representar emociones (satisfacción, ironía, insulto, desagrado, desprecio, etc.). Nada como el lenguaje oral o el corporal para expresarlas. Me parece que voy a tener que escribir un libro sobre las emociones, un término que suaviza las pasiones.
 
La crítica que hago al politiqués no es tanto por los defectos de forma, sino porque a través de ellos se detecta una preocupante confusión. Un ejemplo, entre mil. Son unas solemnes declaraciones de José Bono, el Napoleón de La Mancha. Presten atención: “Mi intención es batirme el cobre en defensa de los militares, especialmente de los suboficiales y de la gente que menos importancia social tiene”. (Ahora, 1 de junio, 2005). ¿Quién será la gente que menos importancia social tiene? ¿Serán los cabos, los soldados voluntarios, los de las cocinas? ¿Menos importancia para quién? Asombra que un ministro socialista perciba que hay gente con “menos importancia social”.
 
A propósito de una simpática noticia (un diputado del PP se va a casar con una diputada del PSC), La Razón (3 de junio, 2005) publica un suelto de E. F. que comienza así: “La política hace extraños compañeros de cama. Quien acuñó esta frase debía pensar en los pactos más o menos antinatura que deparan en ocasiones las urnas”. El autor no se moja respecto a la autoría del famoso aforismo. Yo mismo he supuesto alguna vez que procedía de Shakespeare, pero me parece que estamos, una vez más, ante una de esas divertidas historias de “citas falsas”. Lo de “compañeros de cama” es una traducción literal de bedfellows, pero sería mejor decir “camaradas” (= los que duermen en la misma cámara o habitación). La frase politics makes strange bedfellows la popularizó Chales Dudley Warner, editor del periódico Courant de Hartford (Connecticut, Estados Unidos). Las alianzas políticas, por extrañas que puedan ser, tampoco deben parecer contra naturam. Esa expresión debe reservarse para los pecados nefandos. El tal Warner era cuñado y colaborador de Mark Twain (pseudónimo de Samuel Langhorne Clemens). Por cierto, la famosa frase de Twain, “Todo el mundo habla del tiempo meteorológico, pero nadie hace nada al respecto”, es también una cita falsa. La escribió por primera vez su cuñado y amigo Charles D. Warner. Supongo que hacían una de esas parejas literarias como Tono y Mihura, o Tip y Coll. A saber quién dijo qué por primera vez.
 
Fernando Carmano (Sevilla) me da una estupenda lección para llegar a entender el misterioso pasaje bíblico de Mateo 13, 12: “Porque al que tiene, se le dará más y abundará; y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado”. Su interpretación es que “el que tiene lo que debe tener recibirá aun más”. En cambio, “el que no tiene lo que debe tener, a ese se le quitará incluso eso que tiene”. Mi idea es que ese misterioso párrafo de San Mateo –es decir, de Jesucristo– no se refiere a posesiones materiales sino a la gracia, que es regalo divino.
 
Otro asunto vidrioso del Nuevo Testamento es el de la dificultad del camello para pasar por el ojo de una aguja. “Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios” (Lucas, 18:25). Literalmente, es un absurdo. Pero don Fernando lo aclara: “La palabra griega khamelos es cuerda para amarrar los barcos”. Ahora se entiende mejor lo de “ensartar una aguja con una soga”. Ingenioso. Permítaseme una ínfima corrección. La palabra para soga o maroma en griego es kámilos, parecida a kámelos (= camello). Así pues, era una soga la que podía enhebrarse en una aguja (y ya era difícil), pero no un camello.
 
Leopoldo Gandarias Cebrián (Madrid) insiste en que el misterioso texto de San Mateo “no tiene un significado material”. Así pues, sobran las alusiones que yo hacía a la política fiscal. Sobre ese particular, don Leopoldo arguye que es más pertinente el precepto evangélico dirigido a los recaudadores de impuestos: “No exijáis más de lo que os está ordenado”.

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