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EDITORIAL

Conciertos para aliviar conciencias

Bob Geldof siempre será recordado por su voluntad de ayudar, no porque su concierto sirviera para legitimar y financiar un régimen genocida.

En 1985, Bob Geldof organizó dos conciertos benéficos multitudinarios en Londres y Filadelfia a los que se llamó Live Aid. Su objetivo era ayudar a Etiopía, de donde procedían unas imágenes espeluznantes de hambre que conmovieron a todo aquel que pudo verlas en televisión. Asegura hoy que se cumplieron todos los objetivos puestos en su día con la recaudación de 70 millones de dólares. Sin embargo, veinte años después, Etiopía es el séptimo país más pobre del mundo mientras la fortuna de su presidente –moderada para las cifras que manejan algunos de sus vecinos– se estima en 30 millones de dólares. En los años ochenta, aprendida la lección que dio Lenin en 1921, el régimen comunista de Mengistu utilizó el hambre creado por su dictadura para excitar la culpabilidad de Occidente y lucrarse con ella, incluyendo el dinero recaudado por los artistas. El gobierno actual es aún propietario de toda la tierra etíope y su gente sigue sufriendo el hambre.
 
Este sábado, veinte años después, Bob Geldof vuelve a organizar un evento similar. En esta ocasión los conciertos son gratuitos y no se recauda nada, porque su objetivo es apelar las conciencias de los gobernantes del G8 para que aumenten las ayudas a África. Veinte años de lecciones sobre el absurdo que significa dar el dinero de los pobres de los países ricos a los ricos gobernantes de los países pobres no han enseñado nada a Geldof y sus solidarios acompañantes del circo bautizado en esta ocasión como Live 8. El único cambio ha sido sustituir la generosidad privada de la gente por la mal llamada solidaridad, es decir, la ayuda impuesta desde los gobiernos y gestionada por ellos.
 
El tiempo que ha transcurrido desde la descolonización africana ha resultado ser una completa refutación a las teorías de la explotación como causa de la pobreza del continente negro. Con la independencia, sólo han conseguido más guerras, hambre y represión. Mientras gigantes asiáticos como China e India han logrado crecer de forma espectacular durante las últimas décadas gracias a las virtudes de la libertad económica y el comercio internacional ­–es decir, la globalización– la mayor parte de África se ha hundido aún más mientras los manifestantes del mundo desarrollado protestaban por la mera posibilidad de que se aplicase la única receta que puede salvar del hambre a quienes la padecen.
 
Sin embargo, no debe esperarse arrepentimiento ni propósito de enmienda entre aquellos que piden en las calles que África siga siendo pobre. Mientras que la Biblia asegura que "por sus hechos los conoceréis", el libro sagrado de los bienpensantes progresistas de Occidente dicta que sólo se les deberá conocer por sus limpias y blancas intenciones. La realidad de sus actos y sus consecuencias nunca cuenta a la hora de hacer un juicio moral sobre ellos. Bob Geldof siempre será recordado por su voluntad de ayudar, no porque su concierto sirviera para legitimar y financiar un régimen genocida.
 
Ni el 0'7% ni los conciertos de hoy ni los de hace veinte años tienen efecto alguno sobre la pobreza en África. Tan sólo sirve para que las conciencias de quienes lo organizan y apoyan estén más tranquilas. Lo único positivo, que hoy se ha escuchado mucha y buena música en 11 ciudades y cientos de canales televisivos.

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