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Jorge Valín

Dictador de la producción

Si los "objetivos prioritarios" de ZP se correspondiesen con los de los españoles se habría hecho un empresario de éxito.

Un dictador, según la Real Academia de la Lengua Española, es una “persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitación jurídica”, es decir, es libre para ejercer sus caprichos sobre el resto de la comunidad por la imposición de la fuerza ya que nadie lo limita. En el terreno económico, pues, un dictador es el que tiene la capacidad política de imponer sus designios sobre la producción al resto de la comunidad de forma unilateral.
 
Esta semana, ZP nos ha mostrado qué significa ser un dictador de la producción con dos ejemplos. En primer lugar ha declarado que entre sus "objetivos prioritarios" se encuentre el turismo. Así ha decido construir nueve paradores con un presupuesto de 181 millones de euros. Y en segundo lugar, y a través de la ministra Trujillo, ha decidido financiar 180.000 “minipisos” al año que costarán 6.822 millones de euros al pagador de impuestos.
 
Si los "objetivos prioritarios" de ZP se correspondiesen con los de los españoles se habría hecho un empresario de éxito. Habría ofrecido aquello que la gente más urgentemente necesita al precio más barato sin la necesidad de quitar a la comunidad astronómicas cantidades de dinero mediante el uso de la extorsión que representan los impuestos.
 
Todo el dinero que ZP usará para sus "objetivos prioritarios" no es riqueza de más, sino que es dinero quitado a la comunidad. Nuestro incómodo dictador de la producción cree que no somos aptos para dirigir nuestro ahorro, inversión ni gasto. Él, en su elevada visión, tiene suficiente autoridad moral como para robarnos el dinero y usarlo, no para bajar los precios de los pisos, ni crear turismo de calidad (algo que jamás conseguirá porque el problema no radica ahí), sino para planificar y controlar según sus gustos y “compra de votos” un determinado tipo de sociedad que olvida totalmente al individuo, a su propiedad privada y su libertad de elección.
 
¿Por qué no dejar que sean las acciones descentralizadas y voluntarias de las personas que decidan qué sector es más importante? No se equivoquen. El fuerte aumento del precio de la vivienda no se debe a las malas artes del libre mercado como afirman sus detractores, sino a la manipulación de la oferta monetaria, o lo que es lo mismo, a la promoción del llamado “dinero barato”. El “dinero barato” no lo crea el libre mercado, sino los gobiernos y bancos centrales con políticas monetarias expansivas, controles de precios (término que significa todo lo contrario a lo que realmente produce), políticas fiscales dirigistas, etc.
 
Dirigismo e intervencionismo no se arreglan con más de lo mismo. La historia económica nos muestra perfectamente como la planificación política sobre la economía siempre ha fallado: el mercantilismo, bullonismo, marxismo, keynesianismo, y similares siempre produjeron fuertes crisis. La libertad de mercado es la única alternativa a las crisis y dictadores de la producción.
 
Y es que ningún visionario nos ha de obligar a destinar nuestro dinero a sus intereses, "objetivos prioritarios", ni caprichos personales. Si queremos prescindir de los dictadores económicos para nuestro bien y para conservar nuestro dinero ganado honradamente, sólo hay camino real: que el gobierno gobierne lo menos posible, y por lo tanto, el mejor gobierno siempre será el que no gobierna en absoluto.

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