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Alberto Recarte

Euro, petróleo, inflación

De los tres fenómenos el de la debilidad del euro es el más importante y positivo para una economía con problemas de competitividad como la española, aunque a medio plazo nuestra mayor inflación sigue siendo una espada de Damocles sobre nuestra economía.

Los datos de la balanza comercial de España del periodo enero-abril de 2005 en relación al mismo periodo del año anterior, corrigen algo la tendencia al déficit que se registra en esa estadística. En conjunto, las exportaciones españolas crecen el 3,5% y las importaciones a cerca del 13,3%, lo que resulta en un déficit superior a los 23.000 millones de euros. Si en el resto del año la evolución fuera parecida, acumularíamos un déficit total de 70.000 millones de euros, alrededor del 8% del PIB; un déficit superior, en términos porcentuales, que el de Estados Unidos y probablemente el mayor del mundo. Pero el resultado de abril ha sido mejor que el de los meses precedentes.
 
A lo largo de las últimas semanas se han producido tres fenómenos que afectan a la balanza comercial, de signo diverso y difícil cuantificación.
 
En primer lugar, el euro se ha debilitado frente al dólar y al resto de las monedas en que se comercia en el mundo –ligadas mayoritariamente al dólar. La actual cotización, 1,20 $/€, supone un descenso del 12% respecto al máximo de primeros de año. Una evolución que favorecerá nuestra competitividad. Se ha producido un cambio de tendencia en el tipo de cambio del euro absolutamente lógico, tanto por las malas perspectivas económicas de la Unión Europea, como por la tendencia a la reducción de los tipos de interés del euro en relación con los del dólar y con los de otras monedas. Esos datos no son nuevos –aunque el tipo de interés de intervención del dólar ya está en el 3,25%– y, sin embargo, en el pasado no habían afectado al euro, que se seguía revaluando. ¿Qué ha ocurrido? Por una parte, la subida del euro no tenía que ver con el estado de salud de la economía europea, sino con el temor que despertaba en los grandes tenedores de dólares las perspectivas de la economía norteamericana. En la medida en que esos temores se disipan hay menos urgencia en diversificar con otras monedas. Por otra parte, la rebelión de los ciudadanos europeos contra el despotismo de sus clases políticas ha provocado una crisis institucional en la Unión Europea, con dudas respecto al funcionamiento del euro en países tan importantes como Italia. Acontecimientos positivos, porque el euro está comenzando a valorarse en función de las perspectivas de la economía de la Unión Europea, en lugar de como un subproducto del exceso de dólares en el mercado.
 
En segundo lugar, se afianza la posibilidad de que el precio del petróleo continúe alto y subiendo. Si la demanda mundial sigue aumentando al 2,5%-3% anual y la oferta sólo puede hacerlo, en el mejor de los casos, hasta el 1,5% anual, el resultado es que los precios suban hasta que un conjunto suficientemente grande de consumidores reduzca su demanda ¿Qué precio puede ser ese? No lo sabemos, pero no es imposible que veamos el petróleo a 70 u 80 dólares el barril. Ese precio sí afectará al crecimiento de alguno de los países consumidores. En el caso de España, si en 2005 el precio medio fuera de 50 dólares/ barril y en 2006 subiera hasta 70 dólares/barril al tipo de cambio de 1,20 dólares/€ , en términos cuantitativos pagaríamos al exterior alrededor de 10.000 millones de euros más, lo que significa el 1,1% de nuestro PIB y que, en gran parte, se traduciría en menor crecimiento.
 
En tercer lugar, ha vuelto a aumentar nuestra inflación, hasta el 3,2%, mientras la de la zona euro ha disminuido, lo que afecta, en el margen, a nuestra competitividad.
 
De los tres fenómenos el de la debilidad del euro es el más importante y positivo para una economía con problemas de competitividad como la española, aunque a medio plazo, a uno o dos años, nuestra mayor inflación, que debería subir más por nuestra mayor dependencia energética del exterior, sigue siendo una espada de Damocles sobre nuestra economía. Seguimos teniendo una economía muy fuerte y muy frágil.

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