Poco cine deben de haber visto las víctimas del terrorismo separatista cuando cometen la ingenuidad de pretender que el mundo del cine se sume a su condena del terrorismo. No es posible combatir una retórica cuando se es rehén de esa misma retórica, y esa retórica no es otra que la de cierta “libertad de expresión” de que el cine nacional usa y abusa para tergiversar la historia, invertir los valores y convencer a la “ciudadanía” de que cuatro patas valen más que dos. La cosa viene de antiguo, de las postrimerías del régimen anterior, cuyos jerarcas eran tan impotentes como los actuales para hacer frente al chantaje contracultural. Luego, con el nuevo régimen, la contracultura se adueñó de los medios de manipulación y se dedicó a “abrirles los ojos” a las masas con obras ejemplares como Operación Ogro o La evasión de la cárcel de Segovia.
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