Menú
EDITORIAL

Tribulaciones de Zapatero en China

Cuando hacer política se convierte en puro teatro los resultados prácticos son estos, es decir, nada, porque nada importante ha tratado Zapatero en China.

Una de las consecuencias del Rubicón que cruzó Zapatero al enfrentarse abiertamente con Estados Unidos tras la retirada de Irak ha sido que la política exterior española se ha quedado aislada dentro de Europa. Sus antiguos valedores; el presidente francés Jacques Chirac y el canciller Gerhard Schröder no están para demasiado jaleo. El primero navega a la deriva tras el bofetón popular del referéndum europeo y el segundo se enfrenta a una convocatoria electoral no apta para cardiacos que bien podría costarle el cargo. Con el eje franco-alemán inoperante y, muy probablemente, fracturado en unos meses, a Zapatero no le ha quedado otra que pasear por medio mundo el espectro de su antiyanquismo trasnochado encarnado en el engendro de la “Alianza de Civilizaciones”.
 
Tras conseguir el “inestimable” apoyo de “potencias” como Mongolia, Argelia, Venezuela o Angola, la prioridad número uno del presidente del Gobierno es tratar de persuadir a todo el tercer mundo de las bondades de su fantasmagórico plan de concordia universal. Esta semana le ha tocado el turno a China, el país más poblado del planeta, una enorme nación de 1.300 millones de habitantes que combina un vertiginoso crecimiento económico con una férrea dictadura de tintes marxistas. China es, indudablemente, un socio atractivo desde el punto de vista comercial. Sus costes de producción son muy bajos, y la modernización de infraestructuras que está llevando a cabo a marchas forzadas ha convertido al gigante oriental en una factoría altamente competitiva. Sin embargo, y a pesar de los avances en materia económica, China sigue siendo una despótica autocracia comunista donde las libertades más esenciales no existen y, lo que es peor, no tienen visos de ser reconocidas en mucho tiempo. Porque si algo supera al dinamismo de la economía china es el hermetismo político de puertas adentro.
 
Tal condicionante supondría, en principio, que toda concesión a China pasase irremediablemente por una contrapartida de Pekín en lo tocante a reformas que encaminen al país hacia una democracia liberal al estilo occidental. Zapatero, cegado por su propia soberbia, no lo ha entendido así. Nada más aterrizar en la capital defendió el levantamiento del embargo de armas que la UE impuso a China tras la brutal represión en la plaza de Tiananmen. No hay absolutamente nada que invite a considerar que el régimen chino ha suavizado el trato que da a los disidentes, China sigue siendo, al menos políticamente, el mismo país que en 1989, año en que se produjeron los tristes acontecimientos en la ya mundialmente célebre plaza pekinesa.
 
El gobierno de George Bush lleva insistiendo en ello desde que la Unión Europea abriese hace unos meses un debate interno sobre si quitar o no las sanciones armamentísticas a China. Hace sólo tres días, un informe del Pentágono advertía que en cuanto China disponga de la última tecnología militar -sólo suministrable por Europa y Norteamérica- empezará la cuenta atrás para la desaparición de la república de Taiwán. Los dirigentes chinos nunca han olvidado la afrenta taiwanesa, una isla poblada por chinos que en 1950 decidió no participar de la aventura comunista de Mao Tse Tung y se independizó ahorrándose de paso la penuria, el hambre y los millones de muertos que trajeron los años duros del comunismo chino.
 
Si Zapatero fuese un líder informado, que no lo es, hubiera emprendido su visita a China con una agenda bien distinta, una agenda en la que las reformas hubiesen primado sobre cualquier otra consideración. No ha sido así. Antes que dar marcha atrás y replantearse una desastrosa política exterior que nada bueno nos puede traer ha optado por pisar el acelerador. El premier chino Wen Jiabao ha aceptado la invitación para impulsar la “Alianza de civilizaciones”. No podía ser de otra manera. Cuando hacer política se convierte en puro teatro los resultados prácticos son estos, es decir, nada, porque nada importante ha tratado Zapatero en China. Mejor hubiese hecho quedándose en España donde ayer, a gritos, le decían desde un funeral: “¿Dónde estás Zapatero?”. Zapatero estaba en China, pidiendo en voz alta que se permita de una vez vender armas a un dictador.   

En Internacional

    0
    comentarios