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Amando de Miguel

Palabras buenas y malas

Por ejemplo, “alianza de civilizaciones” (= ir contra los Estados Unidos), “desarrollo sostenible” (= subvencionar a las organizaciones ecologistas), “multiculturalismo” (= favorecer a los musulmanes), “laicismo” (= ir contra la Iglesia Católica).

Algunos visitantes de este “corralillo” expresan algunas dudas sobre el escrúpulo que supone dar con la palabra técnica adecuada, cuando hay otras, acaso más corrientes. La cosa tiene su miga. Me contaba un oculista muy famoso de Santiago lo que le sucedió hace tiempo con un paciente. El hombre se quejaba de continuos dolores de cabeza que lo llevaban por la calle de la amargura. Al ver que los analgésicos no le hacían nada, el paisano se trasladó a Madrid para consultar con el famoso don Carlos Jiménez Díaz. Nuestro hombre volvió como nuevo a Santiago. A todos les comunicó la buena noticia. Los dolores de cabeza estaban perfectamente controlados. El doctor Jiménez Díaz le había diagnosticado “cefaleas criptogénicas” (= dolores de cabeza de origen desconocido). Eso era otra cosa. Hasta empezaron a remitir los dolores, ahora que ya habían sido diagnosticados. De donde se colige la importancia que tiene poner el nombre adecuado a las cosas. Más que un médico, don Carlos fue un poeta como su homónimo de Moguer, el que escribió: “Naturaleza, dame / el nombre exacto de las cosas”.
 
Más que la exactitud, lo que la gente pide es que los nombres de las cosas sean expresivos, digan algo a los sentimientos. Es como aquella conversación entre bandoleros mexicanos:
 
─ ¡Viva la menstruación! ─grita uno.
El otro le contesta, pedagógico:
─ Querrás decir “¡viva la revolución!”
─ Qué más da, lo que cuenta es que corra la sangre
 
Álvaro Vivar (Madrid) comenta un fenómeno interesante de la vida actual: “el uso malicioso de palabras inexactas o inapropiadas con el fin de inducir a error”. Pone varios ejemplos, “matrimonios homosexuales”, “comunidades nacionales”, “tregua” de los terroristas sin dejar de serlo. Detalla lo de “natural” aplicado a los homosexuales. Se confunde el sentido de natural, como “opuesto a artificial”, con el de “lo propio de la naturaleza”. Don Álvaro sostiene que una persona homosexual puede sentir que su inclinación es “natural” en el sentido de que ha surgido espontáneamente. Sin embargo, esa conducta no es “natural” en el sentido de ser funcional para la reproducción de la especie.
 
Yo pondría muchos más ejemplos. Lo que llamamos propaganda, y no digamos manipulación o intoxicación, consiste fundamentalmente en dar a las palabras un sentido particular, taimado. Por ejemplo, “alianza de civilizaciones” (= ir contra los Estados Unidos), “desarrollo sostenible” (= subvencionar a las organizaciones ecologistas), “multiculturalismo” (= favorecer a los musulmanes), “laicismo” (= ir contra la Iglesia Católica). Como se puede ver, se trata siempre de una manifestación expresa y de un fin latente. En esos casos las palabras se utilizan como armas, y no precisamente arrojadizas, sino secantes, las que se clavan en algún lugar de la mente.
 
Jordi Molins i Coronado proporciona un interesante significado de martingala que no recogen los diccionarios. “Se define como aquel proceso cuya mejor estimación para mañana es el resultado de lo que ha sucedido hoy”. A mi modo de ver, no deja de entonar con el sentido general de artificio o astucia para engañar a alguien. Por ejemplo, el mal meteorólogo dirá que el tiempo que va a hacer mañana será muy parecido al de hoy. Así no se equivoca mucho.
 
Agustín Fernández Cisnal (estudiante de 5º curso de Medicina en la Universidad de Córdoba) dice que se encuentra muy a menudo con la palabra afectación como lesión, alteración o trastorno. Él cree que debería ser, mejor, afección. Entiendo que son conceptos parecidos pero distintos. Afección es tanto como decir enfermedad, dolor, patología, lesión, trastorno, etc. Luego tiene razón don Agustín. Pero afectación es el resultado de un proceso patológico que produce una consecuencia en algún órgano. En la práctica: afección (= dolencia), afectación (= resulta afectado).
 
Miguel A. Anoz (Madrid) opina que el insulto “tonto del haba” es una corrupción de “tonto de baba”. No lo creo. El haba ha sido siempre una forma expresiva de designar al pene. Así pues, “tonto del haba” equivale a decir “gilipollas”. “Tonto de baba” o “gilipuertas” son formas ñoñas para no mencionar la palabra soez. La lógica clásica de las semejanzas hizo que las habas fueran consideradas afrodisíacas. Es muy fácil: son afrodisíacos los productos que remedan los órganos sexuales (habas, ostras, espárragos, cuernos, etc.). El viejo juego del haba metida dentro del pastel (todavía hoy en el roscón de Reyes) tenía un claro significado lascivo para las muchachas casaderas.
 
A.H. me pregunta qué sentido tiene citar la expresión “a tomar por culo” para indicar que algo está muy lejos. La cosa no tiene por qué ser de índole escatológica (como sugiere don Alfons) o sexual. Se trata de una interjección, como pudiera serozú,che,la hostia, etc. Se trata de impresionar al interlocutor haciéndole ver lo exagerada que es la distancia de que se trata. La misma función cumple la expresión “eso está donde Cristo dio las tres voces”, esto es, en el desierto de Galilea, un sitio recóndito e inhóspito.

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