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EDITORIAL

La tolerancia en beneficio del terrorismo

Casi un tercio de los británicos de religión musulmana cree que la sociedad occidental es “decadente e inmoral” y que es preciso ponerle fin

La policía británica ha identificado este lunes a dos de los supuestos terroristas que participaron en los atentados cometidos el pasado día 21 contra tres estaciones de metro y un autobús. Todavía no se ha hecho público su perfil biográfico, pero dada su juventud –24 y 27 años- no es improbable que, al igual que los detenidos por la masacre del 7-J, se traten de hijos de inmigrantes, nacidos ya en Gran Bretaña.
 
En cualquier caso, baste echar un vistazo al sondeo que publicaba hace unos días The Daily Telegrah para darse cuenta nuevamente de que en Europa se abren las puertas y se inculca el odio contra la propia civilización occidental. Nada menos que la cuarta parte de la población musulmana británica, segun el sondeo, “simpatiza con los motivos” de los terroristas suicidas. Casi un tercio de los británicos de religión musulmana cree que la sociedad occidental es “decadente e inmoral” y que es preciso ponerle fin, aunque “sólo” un uno por ciento de quienes así piensan reivindican la violencia para llevarlo a cabo. En cualquier caso, un 16 por ciento de los musulmanes británicos no sienten “lealtad alguna” hacia el país que les ha acogido y del que son ciudadanos.
 
A la vista de estos datos, se pone nueva y dramáticamente de manifiesto hasta qué punto el principio popperinano de que “debemos ser intolerantes con los intolerantes” es una proclama tan lógica como carente aún de aplicación práctica. En nombre del pluralismo y de la libertad religiosa se está dando cancha, en realidad, a quienes predican –y practican- en nuestro propio suelo la lucha contra el “infiel”. El Islam es una religión que, literalmente, predica la lucha contra los valores occidentales. Europa debería cerrar sus puertas, expulsar y negar la ciudadanía a todo aquel que haga una lectura ortodoxa del Corán y que no esté dispuesto a desviarse del Libro en pro de una pacífica convivencia con los ateos, los cristianos, los judíos o cualquier otra confesión religiosa. El mundo libre no puede ser una sociedad abierta al totalitarismo.
 
De la misma forma que la libertad política ha exigido escrutar, detectar y denunciar los rasgos liberticidas en algunas ideologías políticas como el nacionalsocialismo, la libertad religiosa reclama eso mismo frente a confesiones con pulsiones totalitarias tan expresas como las que manifiesta el Islam. De la misma forma que la izquierda abertzale estaba –y debía seguir estando- acosada legal y policialmente para impedir su apoyo y su apología del terrorismo nacionalista, los islamistas deberían ser vigilados para que sus prédicas no deviniesen en apoyo y apología del terrorismo islámico.
 
Eso, por no hablar de los sectores políticos y mediáticos occidentales que, ajenos a motivaciones religiosas, comparten, sin embargo, con los islamistas su odio a la civilización occidental. Ese odio compartido les lleva a justificar las masacres terroristas como respuesta a unos supuestos agravios perpetrados por los occidentales fuera de sus fronteras: Bien sea en una guerra, como la que, después del 11-S, libró a Irak del genocida de Sadam Hussein, bien sea por el “mar de injusticias” del que nos hablara ZP.
 
Lo que está claro es que Atenas no sobrevivirá si alberga en su seno a tanto partidario de Esparta.
 

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