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EDITORIAL

Carod, el chantaje tiene un nombre

No hay engaño, no hay trampa, no hay cartón. Carod Rovira puede permitirse el lujo de amenazar, de chantajear y de lo que le plazca. El PSOE le ha hecho y es el PSOE quien, en primera instancia, ha de padecer sus excesos

En el culebrón por entregas en el que, en las últimas semanas, se ha convertido la reforma del Estatuto catalán faltaba la inevitable bravuconada de Carod Rovira. Ayer se produjo. El líder carismático del nacionalismo catalán más montaraz no pudo contener la respiración por más tiempo y se echó al monte recordando a Maragall porque él y no otro disfruta de la siempre agradecida poltrona de la Generalidad. A pesar de que no comulgamos con las razones por las que Carod le echó en cara eso a Pascual Maragall, no nos queda más remedio que alabar la maquiavélica coherencia del dirigente esquerrista.
 
El tripartito que gobierna en Cataluña es una curiosa hechura de tres partidos que perdieron las elecciones autonómicas. Los socialistas, ávidos de poder (como siempre), se sometieron irresponsablemente a un sinfín de hipotecas sin saber a ciencia cierta si iban a poder satisfacer su pago. Sus acreedores, es decir, la sucursal de Izquierda Unida en Barcelona y Esquerra Republicana, saben bien que gozan de una oportunidad única, de una ocasión histórica e irrepetible para imponer sus criterios y hacer de su capa un sayo durante toda la legislatura, esto es, son conscientes de que disponen de bula plenaria para gobernar de facto sin quemarse y para salir de la refriega con cierto aire heroico. Estas eran, grosso modo, las condiciones de un pacto que se vendió hace un par de años como el no va más de la modernidad política en Cataluña.
 
Maragall se encuentra pues cosechando lo que ayer sembró. La preocupación principal de los esquerristas en estos primeros cuatro años de pacto con el PSC es conseguir un Estatuto a la medida de sus expectativas. De manera que las expectativas de ERC pasan siempre por la soberanía y la independencia del Principado, lo más probable es que el Estatuto que han pergeñado sea inconstitucional y se encuentre con más de un problema a su paso por Madrid. No importa, el de Perpiñán conoce bien cual es su radio de influencia y hasta donde llegan sus poderes. Maragall es su preso particular, su president encerrado en una jaula de oro dispuesto siempre a dar cumplida respuesta a sus deseos. Teniendo la Generalidad, que no es poco, el 14-M vino a ponerle en bandeja el gobierno central con sólo ocho escaños cómodamente recostados, eso sí, sobre los acuerdos de gobierno en Cataluña. En la capital del reino su jurisdicción se extiende hasta el mismo palacio de la Moncloa, donde se beneficia de un trato privilegiado y concesiones por doquier. Lo que no consiguió Pujol en varias legislaturas lo ha conseguido Carod en apenas unos meses; el expolio del archivo de Salamanca es la mejor muestra y acaso el florón más preciado de cuantos colecciona desde que la suerte empezó a sonreír su causa en el otoño de 2003. 
 
No hay engaño, no hay trampa, no hay cartón. Carod Rovira puede permitirse el lujo de amenazar, de chantajear y de lo que le plazca. El PSOE le ha hecho y es el PSOE quien, en primera instancia, ha de padecer sus excesos. Solidariamente con el partido que gobierna en Cataluña y en el resto de España los padecemos todos porque en sectarismo y vileza pocos políticos superan al hoy factótum de la Esquerra. La ceguera de un partido que aun se dice nacional le ha puesto ahí a pensión completa. La factura corre a nuestra cuenta.

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