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Alberto Recarte

3. El agotamiento del modelo de crecimiento

vivimos muy bien, tenemos de todo, invertimos todos: estado, empresas y familias. Muchísimo. Pero no está claro que seamos capaces de devolver lo que estamos pidiendo prestado en los plazos acordados

El endeudamiento nacional y la necesidad de devolver los préstamos.
 
Contrariamente a lo que piensa José Juan Ruiz, un respetado economista, del antiguo equipo de Carlos Solchaga cuando éste fue ministro de Economía, y que acaba de explicar en un artículo en el periódico El País, titulado expresivamente “Que ahorren ellos”, la insuficiencia –que no la falta– de ahorro de la economía española para mantener su tren de vida, adquirir cientos de miles de viviendas cada año, modernizar el tejido productivo, consumir, viajar y hacer infraestructuras, sí que importa. Este año podemos tener un déficit de ahorro del 7% del PIB, del orden de 63.000 millones de euros. El resto del mundo nos presta dinero, a través del sistema financiero, para que llevemos a cabo todos nuestros planes, de consumo e inversión. Pero el endeudamiento comienza a pesar y si los que nos financian llegan a temer que no seremos capaces de devolverles lo que nos han dejado, primero no nos financiarán más y, en todo caso, nos subirán los tipos de interés.
 
Eso es exactamente lo que ocurrió en el periodo 90/93, cuando José Juan Ruiz tenía responsabilidades de gobierno y Solchaga decía, ya entonces, que el endeudamiento no importaba. Sí importa; como se demostró poco después, pues al endeudamiento nacional hubo que sumar las trampas de Solchaga con las cuentas públicas, pues decían, y publicaban, que el déficit público era del 2% del PIB hasta que Solbes, recién nombrado ministro de economía, recibió el encargo de Felipe González de que le hiciera las cuentas correctamente a Solchaga y resultó que el déficit era de alrededor del 7% del PIB.
 
Afortunadamente, no es ésa la situación actual, puesto que las cuentas públicas –la herencia recibida del PP– están en orden y el euro, teóricamente, nos protege de nuestros desequilibrios. Digo teóricamente, pues en los planteamientos económicos de personas como José Juan Ruiz, el euro debería implicar, incluso, la no publicación de las cifras de trasferencias financieras –incluidos los préstamos– entre países miembros del área euro, pues la insuficiencia de ahorro de unos –España– no sería otra cosa que el exceso de ahorro de otros. El desequilibrio actual en el seno de la Unión Monetaria Europea sería similar a los desequilibrios que existen, siempre, aunque más agudos en unos momentos que otros, entre diferentes estados de los Estados Unidos de América. Sólo ocurre que esa teoría es una pura falacia. Que las cuentas importan. Que los desequilibrios nacionales importan. Que el euro retrasa los ajustes, pero cuando lleguen se producirán con tanta brusquedad –como están experimentando ya países como Portugal e Italia– que existe una alta probabilidad de que rompan el propio sistema monetario europeo. La historia del periodo 90/93 en la Unión Monetaria y en España se repetirá, porque faltan los mecanismos de ajuste que existen en Estados Unidos: la libertad de movimientos de bienes, servicios, capitales y personas. En Europa no hay movimiento de casi nada, en particular de empresas y trabajadores.
 
El endeudamiento en que incurre un país en un año determinado es idéntico al tamaño de su déficit por cuenta corriente, cuyos principales sumandos son el resultado de la balanza comercial y el de la balanza de servicios, básicamente turismo en el caso de España. En nuestro caso, el déficit de balanza comercial está disparado y el superávit de los servicios se reduce con rapidez. Concretamente, en los primeros cinco meses del año el déficit comercial alcanza ya casi los 30.000 millones de euros, un 40% más que durante los mismos meses del año anterior y el superávit de servicios en los primeros meses se está reduciendo.
 
Conclusión: vivimos muy bien, tenemos de todo, invertimos todos: estado, empresas y familias. Muchísimo. Pero no está claro que seamos capaces de devolver lo que estamos pidiendo prestado en los plazos acordados. El “que ahorren ellos” recuerda demasiado al “que inventen ellos” de Unamuno, que fue más un intento de quitar importancia a una debilidad de nuestro país, que siempre nos ha causado gravísimos perjuicios, que una afirmación de nuestra idiosincrasia. Incluso podría tener razón Unamuno en lo referente al I+D, pero nunca la tendrán los economistas que afirman que el ahorro no importa, aunque maticen que se refieren al ahorro nacional en el seno de la Unión Monetaria Europea.
 
 

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