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Víctor Llano

Se muere en el pasado

Castro no puede con su alma, pero sí puede presumir de haber sobrevivido a 10 presidentes de Estados Unidos. A todos les ha servido para exhibirlo como un mal ejemplo

El próximo sábado Fidel Castro Ruz cumplirá 79 años. Nació el 13 de agosto de 1926, en Birán, (Mayarí), hoy provincia de Holguín, entonces provincia de Oriente. Cuantos más años cumple el coma-andante, más son los cubanos que arriesgan su vida para alejarse de él. De enero a julio, los guardacostas estadounidenses han interceptado a 1.524 balseros que intentaban escapar de la tiranía castrista, lo que supone un récord desde la crisis de 1994. El Gobierno de Estados Unidos asegura que por ahora no está preocupado por un éxodo masivo de cubanos, lo que no impide que sus guardacostas se mantengan alertas, y que si la situación lo requiere, el Departamento de Seguridad Nacional esté preparado para activar un plan de contingencias que en 2003 ideó para el sur de la Florida.
 
El gobierno de Estados Unidos presume de ayudar a las víctimas de Castro, pero no dudó en firmar un acuerdo con sus carceleros para impedir una masiva oleada de balsearos. Los cubanos que son detenidos en el mar –incluso a pocos metros de la orilla– son forzados a regresar junto a sus verdugos. A los que consiguen pisar tierra se les permite permanecer en Estados Unidos donde un año más tarde se les concede la residencia. Tal vez no se pueda reprochar a los estadounidenses que se preocupen por los que de cualquier modo llegan a sus costas, pero lo cierto es que siempre pierden los mismos. Los cubanos que sueñan con escapar de la Isla de los cien mil presos, no sólo han de burlar a los tiburones y a las corrientes del Estrecho de la Florida, cuando ya lo han logrado, aún les resta ocultarse de los guardacostas que tratan de impedir que pisen la arena de sus playas.
 
Castro no puede con su alma, pero sí puede presumir de haber sobrevivido a 10 presidentes de Estados Unidos. A todos les ha servido para exhibirlo como un mal ejemplo. En cualquier caso, ellos se van, los matan o se mueren, y el Monstruo de Birán sigue al frente de la peor de las tiranías que se han conocido en Iberoamérica. Las víctimas de los talibanes disfrutaron de mejor suerte que los cubanos. A pesar de sus patrañas, el Monstruo de Birán sabe que nunca quisieron acabar con él y que jamás lo harán mientras consiga impedir una masiva oleada de balseros.
 
Si el coma-andante despertara una mañana más loco de lo que en él es habitual, y desde la televisión advirtiera a sus rehenes de que los que quisieran podrían construir una balsa y echarse al mar rumbo a los Estados Unidos, ese día habría gastado su última bala y firmado su sentencia de muerte. Está suficientemente loco como para intentarlo. Los que le conocen bien aseguran que –para borrar las pruebas de sus fracasos y demostrar que no mintió durante toda su existencia– le gustaría provocar una invasión de la potencia enemiga. Lástima que no se lo permitan los que contra toda esperanza sueñan con heredarle. El que fue su Máximo Líder ya muere en el pasado. Sólo resta conocer quién se atreverá a decírselo.

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