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EDITORIAL

Los explosivos del 11-M, el gran engaño

¿Qué pretendía el jefe de los Tedax ocultando y falseando la composición de los únicos explosivos que se recobraron intactos tras las deflagraciones?, ¿por qué lo hizo?

Una de las grandes farsas sobre las que se construyó el montaje posterior a los atentados del 11-M ha quedado al descubierto hoy gracias a la investigación que nuestro colaborador Luis del Pino está realizando en torno al sumario del caso. Dentro de la cuarta entrega de su serie “Los enigmas del 11-M” del Pino desgrana una por una todas las mentiras que se han ido sucediendo a lo largo del último año y medio sobre los explosivos que se encontraron en la mochila de Vallecas y en la furgoneta de Alcalá, y que han servido durante todo este tiempo para mantener contra viento y marea que el Gobierno Aznar mintió en las horas posteriores a la tragedia.
 
El relato de los hechos es de una sencillez cartesiana; el comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, que ya fue relacionado en el pasado con la “célula de Avilés”, manipuló con absoluto descaro los análisis que la policía había hecho de los explosivos horas después de la matanza. El objeto de semejante comportamiento no era otro que confundir adrede a la opinión pública, al Gobierno y al juez sobre la verdadera composición de los explosivos que fueron hallados en la mochila número 13 -la que no explotó- y en el interior de la furgoneta aparcada en Alcalá de Henares. Para ello, el responsable de los Tedax ha protagonizado una peripecia de engaño y ocultación que se extendió desde el mismo día de los atentados hasta la pasada primavera, cuando se vio obligado a admitir que, efectivamente, sus informes remitidos al juez del Olmo no eran ciertos.
 
El día 12 de marzo, esto es, horas después de la masacre, hizo circular un informe en el que aseguraba que tanto en la mochila como en la furgoneta el tipo de explosivo que se había encontrado era idéntico, una variedad de la dinamita conocida como Goma 2-ECO. Lo cierto es que en la furgoneta, amén de Goma 2, la policía científica había detectado la presencia de una sustancia, la metanamina, que nada tiene que ver con la anterior y que se utiliza como componente para explosivos militares. Obviando ésta última, se alejaban las sospechas sobre la banda terrorista ETA, que abandonó el uso de la Goma 2 hace tiempo. Cuando, días después, se vio en la obligación de informar al juez de lo que había encontrado en las pruebas halladas en Alcalá y Vallecas dio el siguiente giro de tuerca e incluyó la metanamina como componente de la Goma 2 a sabiendas de que estaba engañando al magistrado.
 
La mentira, sin embargo, terminaría por descubrirse. Un informe de la Guardia Civil que investigaba en marzo el intento de atentado en el AVE levantó las sospechas de del Olmo que requirió de Sánchez Manzano una aclaración. Entonces, ante la petición del juez, se vio impelido a reconocer que había suministrado información falsa en los informes que había remitido al juzgado. Arguyó errores de trascripción y trató de quitarle hierro al asunto asegurando que la metanamina era “irrelevante”. Tan irrelevante como para, por descuido, hacerla formar parte de la Goma 2 o tan irrelevante como para ocultarla a conciencia durante más de un año.
 
Este caso de engaño, ocultación y manipulación protagonizado por uno de los responsables policiales del 11-M nos lleva a concluir que la investigación sobre los atentados no ha hecho más que empezar. Sánchez Manzano debe comparecer de nuevo ante el juez y dar las explicaciones oportunas sobre un comportamiento que es, cuando menos, intolerable en un miembro de los cuerpos de seguridad del Estado. ¿Qué pretendía el jefe de los Tedax ocultando y falseando la composición de los únicos explosivos que se recobraron intactos tras las deflagraciones?, ¿por qué lo hizo?, ¿por qué manipuló sistemáticamente una información tan importante hasta que, un año después, la farsa fue descubierta fortuitamente? Esta y otras muchas cuestiones han de ser despejadas lo antes posible para continuar con las indagaciones de un caso en el que nada es lo que parece y las sorpresas están siempre a la vuelta de la esquina. Para el asunto de los explosivos sólo Sánchez Manzano tiene la respuesta, y está vivo para contarlo.

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