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EDITORIAL

Van a por El Mundo

Ligero anduvo el director de El Mundo hace un lustro considerando que Zapatero era la gran esperanza blanca del socialismo. No hay tal. Entre Zapatero y González hay tan sólo dos legislaturas de diferencia pero el mismo ánimo liberticida

Durante la larga glaciación mediática que supuso el felipismo, el diario que más y mejor denunció los desmanes de los sucesivos gobiernos de Felipe González fue El Mundo. El periódico madrileño, fundado en 1989 y dirigido con buen tino por Pedro J. Ramírez, no dejó escapar ni uno de los escándalos que se sucedieron aquellos años. Más tarde, su director hubo de pagar amargamente su temeridad y fue víctima de un infame montaje orquestado por una recua de maleantes de tercera cercanos al PSOE. Se trataba de una venganza póstuma y a destiempo de un régimen cuya agonía contribuyó a acelerar El Mundo gracias a sus continuas revelaciones y a la denuncia sostenida de aquella degradación de la democracia que España padeció durante los últimos gobiernos socialistas.
 
Durante el lapso de ocho años en el que el Partido Popular ocupó el Gobierno de la Nación El Mundo, como cualquier periódico serio que se precie, permaneció alerta ejerciendo de implacable fiscal del poder. Tan sólo cometió un fallo, subestimó y se creo falsas ilusiones con los “nuevos” socialistas, con los herederos de la generación podrida que había acompañado a González en su desgobierno. Ligero anduvo el director de El Mundo hace un lustro considerando que Zapatero era la gran esperanza blanca del socialismo. No hay tal. Entre Zapatero y González hay tan sólo dos legislaturas de diferencia pero el mismo ánimo liberticida. Y a los hechos nos remitimos. Año y medio después de que ese socialismo de nuevo cuño llegase al poder aupado sobre los 191 muertos de Atocha, El Mundo vuelve a estar en la diana. Como hace diez años, el diario de Pedro J. Ramírez es incómodo para Moncloa. Ayer lo fue porque aireaba sin miramientos los casos de corrupción y crimen de Estado por donde el felipismo sangraba en carne viva. Hoy lo es porque ha tomado la determinación de seguir indagando sobre la masacre del 11 de marzo, un tema que entre muchos periodistas y casi todos los políticos es, simplemente, un tabú innombrable.
 
Enlazar la soberbia cobertura que El Mundo está dando al 11-M con las medidas legales que la Justicia está tomando contra su director a instancias del Fiscal General del Estado, no es un capricho sino la constatación de una relación causal entre lo uno y lo otro. Acusan a Ramírez de publicar información contenida en el sumario que instruye Juan del Olmo, pero El Mundo ha sido sólo uno de los muchos medios que se han hecho eco de esta información. ¿Por qué el juez instructor no envía un ultimátum a todos los directores de diarios, radios y televisiones que han difundido partes del sumario? No lo ha hecho por la sencilla razón de que revelar secretos sumariales no es constitutivo de delito cuando el que lo hace no está personado en el proceso. Del Olmo lo sabe y tal vez por ello se ha inhibido dejando que sea otro juzgado el que impute a Ramírez un delito de desobediencia. El Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido, probablemente también lo sabe, pero su intención no es aplicar la Ley sino suministrar un correctivo político a un frívolo director de periódico que se está pasando de la raya.
 
Es imperativo en aras del derecho a la libertad de expresión que el sumario que acaba de abrirse contra Ramírez sea archivado de inmediato. Si no es así, si el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Madrid persevera en acusar a un ciudadano de un delito que, a todas luces, no ha cometido, podremos estar seguros de que se ha roto definitivamente uno de los principios esenciales en democracia: la libertad prensa. Entretanto, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que Pedro J. Ramírez está siendo sometido a una cuidadosa persecución para acallar su voz. Lo de Mallorca no era una inocente anécdota veraniega.       

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