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EDITORIAL

Trinidad Jiménez haciendo méritos

Puede seguir la eterna aspirante haciendo méritos para colarse en el Gobierno en el primer reajuste de gabinete que se presente. Debería, no obstante, plantearse si Exteriores es su cartera natural

Hace demasiado tiempo que, por fortuna, el ministro de Exteriores no da señales de vida. Y no es probablemente por falta de ganas sino porque su disco rayado lo tiene oído hasta el factótum mediático que mueve los hilos del Gobierno y a quien, dicho sea de paso, sus boutades no parece agradar en absoluto. Tal vacío de aciagas declaraciones y soberanas metidas de pata vino a cubrirse ayer con Trinidad Jiménez ejerciendo de meritoria del cargo. En una entrevista con la agencia EFE, la otrora rival de Gallardón en el municipio de Madrid se destapó asegurando que Estados Unidos no debe abandonar Irak, que la seguridad de los iraquíes está garantizada por los marines y que es imperativo que el resto del mundo se involucre abiertamente en la posguerra iraquí para “garantizar la estabilidad en un país que merece ser libre”. Chapeau, ni el denostado Donald Rumsfeld lo hubiese expresado con tanta lucidez.
 
Si no fuese porque el zapaterismo tomó como acto inaugural de su desatinada política exterior la huída apresurada de Irak, las declaraciones de Jiménez no pasarían de ser un refrito de buenas intenciones en la línea del sector templado del progresismo europeo. Sin embargo así fue. El Gobierno al que, según se infiere de semejante voluntarismo, quiere incorporarse Jiménez, no sólo no ha hecho nada por los iraquíes sino que su presidente ha llegado a pedir en público al resto de países que no colaboren en su reconstrucción y que abandonen a los americanos a su suerte. De eso no hace tanto, apenas un año. Trinidad Jiménez, en cambio, parece no darse por aludida. El eje que ha vertebrado la diplomacia española durante el último año y medio ha sido la confrontación directa con los Estados Unidos y la alineación sin fisuras con naciones que poco –o nada- tienen de democráticas y mucho de despóticas.
 
Jiménez prefiere no obstante hacer un brindis al sol y postularse como recambio óptimo para el castigadísimo Moratinos. Sabe que el discurso tercermundista actual, más propio de la izquierda antisistema que de la socialdemocracia europea, no conduce a sitio alguno. En los últimos 14 meses el Gobierno ha dilapidado alegre e irresponsablemente la herencia recibida en materia exterior que, por muchas razones, era de lo mejor del legado de Aznar. El jefe de Trinidad Jiménez nos ha situado en una posición incómoda e irrelevante por un letal combinado de revanchismo político y antiyanquismo demodé digno de los regímenes populistas de Latinoamérica. Bueno es que Trinidad Jiménez se haya percatado de que no puede ir por un camino que conduce directo a la ruina, y que no es sensato seguir engañándose con el imprescindible papel que los americanos están desempeñando en Irak, pero antes debería plantearse quién es, en última instancia, el responsable de que hayamos llegado a esto. Moratinos no es más que la contraparte necesaria de Zapatero, inspirador principal de nuestra errática política exterior. El nefasto ministro ha puesto de su cosecha su lamentable e inconfundible estilo, pero los cimientos ideológicos de nuestro renovado aislamiento se los debemos en exclusiva al presidente del Gobierno, un oportunista que se ha terminado creyendo las consignas que coreaba tras la pancarta.        
 
Puede seguir la eterna aspirante haciendo méritos para colarse en el Gobierno en el primer reajuste de gabinete que se presente. Debería, no obstante, plantearse si Exteriores es su cartera natural habida cuenta de la peligrosa derrota que ha tomado en el último año. Irak, efectivamente, debería ser un empeño internacional, y con Irak todo el mundo árabe tal y como se desprende de la iniciativa por el Gran Oriente Medio que presentó Bush el año pasado. Pero esta valiente iniciativa que persigue llevar la bendición de la democracia a los países donde se cría el extremismo islámico, es incompatible con la Alianza de Civilizaciones y, sobre todo, con las nuevas amistades de nuestro Gobierno.

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