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Luis Pazos

Pa' llorar

El comentario final que me hizo fue: “¡pobres cubanos!, su situación es pa’ llorar”.

Un viejo amigo mío de Veracruz siente desde joven una gran pasión por la música cubana. La escucha a menudo, la toca como pasatiempo y una de sus grandes ilusiones siempre había sido ir de visita a Cuba. Hace poco tuvo por primera vez la oportunidad de hacerlo para, según él, escuchar en el lugar de origen la música que tanto le gusta. Al llegar a Cuba se encontró con algo muy diferente a lo que había idealizado. La vieja música cubana, que se escucha por toda América Latina y en muchas otras partes del mundo, fue difícil oírla en la isla. La mayoría de los cubanos oyen música compuesta por cubanos en el exilio o los géneros de moda en la actualidad.
 
Los éxitos mundiales que tuvieron gran auge con Compay Segundo e Ibrahím Ferrer, entre otros, y que salieron a la luz pública con el nombre de Buena Vista Social Club, dejaron claro el abandono y olvido en que se encuentran los músicos cubanos que no emigraron. Ferrer, quien nació en Santiago de Cuba y en la buena época cantaba para Benny Moré, luego limpiaba zapatos para poder comer. Y Compay, cuyo verdadero nombre era Máximo Francisco Repilado Muñoz, nació en Siboney y murió a los 95 años, tres días antes que Celia Cruz. De no haber sido por Ry Cooder, quien viajó a Cuba a buscar a los viejos músicos que se encontraban desempleados y pasando necesidad, nunca habríamos disfrutado del renacimiento de esa música cubana compuesta antes de que llegara Castro. Prácticamente toda la música que se conoce como cubana fue compuesta antes de la llegada de Fidel Castro. Ha habido muy pocos éxitos musicales cubanos en los últimos 47 años, desde que “el son se fue de Cuba”.
 
Mi amigo me confesó que se le llenaron los ojos de lágrimas en Cuba, no solamente por la ausencia del ambiente musical que esperaba encontrar, sino por la abundancia de prostitución y corrupción. Una de las promesas del dictador Castro, cuando llegó al poder, fue la de devolver la dignidad al pueblo cubano y terminar con la prostitución y la corrupción, fenómenos a los que calificó como males del sistema capitalista.
 
“Encontré –me dijo mi amigo– un pueblo que ha olvidado su dignidad. Han perdido la esperanza y se ha resignado a vivir en la dictadura. Muchos de ellos en lugar de mostrar lo bueno al turista, le enseñan su miseria, su frustración y a cambio esperan una dádiva”. Fue tal la decepción de mi amigo que se regresó a casa antes de lo que tenía planeado. El comentario final que me hizo fue: “¡pobres cubanos!, su situación es pa’ llorar”.

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