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Juan Carlos Girauta

Dónde se la juega Zapatero

De cómo se manejen estas tres cuestiones depende que la de Zapatero sea una breve legislatura paréntesis o algo muy distinto

Tres grandes cuestiones van a determinar el nuevo curso político y el futuro de Zapatero. La primera es la investigación del 11-M, que coleará hasta que resplandezca la verdad, incluyendo la relativa al aprovechamiento político de los atentados mediante asonada a unas horas de las elecciones. La segunda atañe a la conducción del proceso estatutario catalán, que desborda los cauces jurídico-políticos para instalarse en el centro de un gran debate sobre el significado de España. La tercera se refiere a nuestro papel en la guerra que Occidente está librando contra el terrorismo islamista, dentro de una estrategia de largo alcance para neutralizar viejos y nuevos peligros.
 
1) El cierre en falso de la Comisión del 11-M se agrava tras las últimas revelaciones: el cese de las escuchas a El Chino y Otman el Gnaoui después de volar los trenes; el papel de Kalaji –sin imputar– y de su entorno; los informes policiales recién publicados; la persecución judicial al medio de comunicación que más ha investigado. La extravagante instrucción no es sólo fruto de la impericia: al juez se le ve desorientado con pistas falsas, como la muestra de explosivo proporcionada por los Tedax. En cuanto al director de El Mundo, no es casual que el asalto a su vivienda fuera comandado por un miembro de la Comisión del 11-M, un diputado que actuó en condición de tal.
 
2) Los avatares –y el más que posible fracaso– del proceso hacia un nuevo estatuto que nadie pedía, no sólo van a afectar a Cataluña. Obligarán a replantear las relaciones internas de los socialistas. Las justas críticas de Blanco y la destemplada respuesta de Nadal ilustran la lucha entre dos concepciones de España, algo de mucho mayor calado que un problema de corrientes. En Cataluña, el fracaso del proceso dejará dos años perdidos entre la demagogia y la esterilidad legislativa, amén del ensanchamiento del vacío entre la clase política catalana y sus representados.
 
3) La reciente comparecencia de Bono en el Congreso a raíz de la tragedia de Afganistán ha demostrado que no es posible seguir ocultando la contradicción entre el inane discurso zapateril y la efectiva disposición gubernamental a colaborar con sus aliados asumiendo importantes responsabilidades, probablemente como necesaria compensación a la traición en Irak. No se puede reconocer que estamos en guerra contra el terrorismo, ampliar los efectivos españoles en Afganistán y suscribir la estrategia de Rumsfeld a la vez que se mantiene la retórica de la alianza de civilizaciones y el regodeo buenista que viste a nuestro ejército de hermanitas de la caridad. La razón: la guerra es por valores.
 
De cómo se manejen estas tres cuestiones depende que la de Zapatero sea una breve legislatura paréntesis o algo muy distinto. No creo tanto en los efectos de una eventual depresión económica sobre las preferencias políticas de los españoles.

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