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Alberto Benegas Lynch

A propósito de Salvador Allende

Cuando en los años 20 se tiroteaban entre sí distintas bandas de gángsteres en Chicago, todos percibían la calaña de esa gente, independientemente del lado en que estuvieran peleando. Lo mismo puede aplicarse a los distintos bandos de los totalitarismos. Todos tienen en común que pretenden colectivizar, despotrican contra lo individual, odian al liberalismo y a la sociedad abierta. Es esto lo que ocurre entre el comunismo y el nacional-socialismo. En un momento, el pacto Stalin-Hitler, en otro reyertas e insultos, pero en última instancia, siempre socios en la demolición de las libertades individuales.
 
Tanto uno como otro apuntan a la liquidación de la propiedad privada. El comunismo lo hace de jure y de facto: usa y dispone el gobierno. En el caso del nacional-socialismo, de jure se permite registrar la propiedad a nombre de particulares, pero de facto usa y dispone el gobierno.
 
Los dos bandos comparten la peregrina idea del polilogísmo: el marxismo sostiene que el burgués y el proletario tienen distintas estructuras lógicas y el hitlerismo mantiene que al ario y al semita les ocurre lo mismo, aunque ninguno de los dos explicaron nunca en qué se diferencian de la tradicional lógica aristotélica.
 
Ambos contendientes son antisemitas. Stalin enviaba los judíos a los Gulag y a la tortura y Hitler a las cámaras de gas. Marx había escrito en La cuestión judía: “Nosotros reconocemos, pues, en el judaísmo un elemento antisocial presente de carácter general”.
 
En definitiva, las botas y el abuso de poder trituran y engullen cualquier vestigio de libertad. Son enemigos acérrimos del periodismo independiente (en verdad una redundancia, puesto que lo otro no es periodismo sino alcahuetería) y de toda manifestación que se oponga a sus megalomanías, a su arrogancia infinita y a su prepotencia inmisericorde.
 
Por eso es que no debe sorprender el libro de reciente aparición en Chile de Víctor Farías, titulado “Salvador Allende: Antisemitismo y Eutanasia”. El autor es doctor en filosofía de la Universidad de Friburgo y enseñó en las universidades de Stanford, Berkley, Berlín y en Valparaíso. Asimismo, es autor de numerosas obras y trabajos de investigación.
 
Farías toma como eje central de su libro revisar la tesis presentada por Salvador Allende para optar al grado de médico cirujano, en 1933, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, titulada “Higiene mental y delincuencia”. Tras mucho hurgar, el texto fue encontrado en el archivo del Hospital Psiquiátrico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
 
En esta tesis truculenta, Farías cita a Allende, quien afirma que “la raza influye en la delincuencia” y señala que el ex presidente “se suma con ello a las falanges antisemitas más extremas, porque afirma que es el pertenecer a su raza lo que explica la tendencia de los judíos a la delincuencia”, en cuyo contexto Allende atribuye a los hebreos “la estafa, la falsedad, la calumnia y sobre todo la usura”.
 
Nos informa Farías que “el creador del Partido Socialista de Chile, Marmaduke Grove, era regularmente pagado por el Ministerio de Asuntos Exteriores nazi y que los ministros socialistas del gobierno del Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941) también eran sobornados directamente por la Embajada nazi en Santiago. La revelación de que Salvador Allende se negó a hacer uso, en el caso de [Walter] Rauff, de su atribución presidencial inobjetable para expulsar del país a todo extranjero cuya presencia afectara los intereses del país, para entregarlo a la justicia, fue motivo de una enorme sorpresa y, para muchos, de comprensible consternación y amargura”.
 
Ex marxistas de la talla de Eudocio Ravines, Arthur Koestler y Jean-Francois Revel, entre muchos otros, nos aleccionan en detalle del íntimo parentesco entre todas las bandas totalitarias y cómo sus monstruosos experimentos para crear “el hombre nuevo” terminan en las más espeluznantes carnicerías humanas.

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