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Carlos Semprún Maura

Menudencias veraniegas

Noté que en esa histeria colectiva se le trató numerosas veces al campeón de “amigo íntimo de Bush”, lo cual claro, lo explica todo, un “amigo íntimo” del Gran Satanás sólo puede ser un tramposo

No había comentado los artículos del diario deportivo L´Equipe, de hace unos días, contra Lance Armstrong, considerando que se trataba de una muestra más del odio franchute al campeón norteamericano. Pero el caso se ha exhorbitado hasta convertirse en causa nacional. Todos los medios, con unánime chovinismo, repetían, al borde de la histeria, que Armstrong era un tramposo que se había dopado como un enano, que no era campeón de nada y que había que fusilarle. Hasta Le Figaro le dedicó su editorial, que concluía lamentando que no se pudiera, probablemente, tomar medidas judiciales contra Armstrong, pero que de todas formas había “perdido su corona”. No pueden admitir que un norteamericano gane siete veces seguidas el Tour, como se lo había propuesto, lo cual constituye un record absoluto. Noté que en esa histeria colectiva se le trató numerosas veces al campeón de “amigo íntimo de Bush”, lo cual claro, lo explica todo, un “amigo íntimo” del Gran Satanás sólo puede ser un tramposo, un mentiroso, un ladrón y, si me tiran de la lengua, un asesino.

La respuesta del campeón es de sobra conocida y, sin meterme en detalles técnicos de probetas y orinas, confirmaré dos cosas que dijo: desde que ganó su primer Tour los medios galos arremetieron contra él –y en la carretera, pintadas le insultaban soezmente-; también que no ha habido en la historia del deporte, campeón más controlado que él, y jamás se le encontró el menor rastro de dopaje. Recordaré, por si las moscas, que la ministra de Deporte que lanzó la caza de brujas contra el dopaje y contra Armstrong fue la comunista Marie-George Buffet...

A pocos meses de distancia dos graves incendios han causado muertos en París. El primero en un hotelito destartalado del barrio de la Ópera, el segundo en una casa tugurio del 13º Distrito. En ambas desgracias, las situaciones son semejantes: miseria de los alojamientos, insalubres e inseguros, en donde se hacinaban familias africanas en eterna espera de mejores viviendas. Por ejemplo, en el tugurio incendiado del 13º distrito un hombre vivía con sus dos esposas y diez hijos, y 14 fueron los niños que murieron en ese incendio. Una vez más se verifica la absoluta hipocresía de las autoridades , que se acusan mutuamente: gobierno, alcaldía, organizaciones “caritativas” (la casa incendiada del 13º distrito, pertenecía a la asociación Emmaus, fundada por l´Abbe Pierre). Después de las catástrofes, se descubre que en París existen más de mil pisos más humanos, de alquiler “social”, pero están vacíos. La municipalidad socialoverde, tan ufana como irresponsable, anuncia que van a procurar alojamiento a los supervivientes. ¿Por qué no lo han hecho antes? Desde luego, también se incendian hoteles de lujo, o La Fenice de Venecia, pero tratándose de los numerosos tugurios parisinos, ya sería hora de dejar los floridos discursos, los tranvías, las “playas”, y de mejorar concretamente las cosas, sin esperar la revolución.

Pero no seamos pesimistas, en la Universidad de verano del PS, en La Rochelle, hubo un taller sobre vivienda, al que participaron Laurent Fabius y Bernard Kouchner. Todo está pues bajo control. Lo que sigue sin control, en cambio, es el PS.

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