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Cristina Losada

¿Cuál es la parte más fea?

Y es un signo de su debilidad que tuviera que remendar con el hilo de la mentira gruesa, el desgarrón que la muerte de 17 militares en suelo afgano hizo en ese primigenio título de legitimidad.

Hay un tema de Frank Zappa que dice así, what is the ugliest part of your body? ¿Cuál es la parte más fea de tu cuerpo? Es la pregunta que uno se hace ante el mitin que le sirvió a Rodríguez para cerrar en Canarias su annus horribilis y reabrir la varita mágica para conjurar el mal tiempo que está por venir. Some say your nose, some say your toes, dice la canción. Al examinar el corpus del discurso del presidente, la elección está más reñida.

¿Será la parte más fea la que dedicó a la ETA, que corrobora que ZP se ha envainado definitivamente la Justicia? Pues el destino de los pistoleros y sus matones ya no son los tribunales y las cárceles, como antes, sino disolverse, seguramente por obra de la alquimia zapateril. La misma que les ha vuelto a dar protagonismo político y que garantiza, por tanto, que continuarán actuando como disolventes de la libertad y la democracia en el País Vasco.

Pero hay otras partes de gran fealdad. Como cuando promete la España del entendimiento tras haber engrosado el caudal de las tensiones. O cuando afirma que su gobierno dice siempre la verdad. ¿Y lo de Afganistán e Irak? Ahí, el presidente tocaba la piedra fundacional de su poder. La carta sobre la que ha erigido su castillo de naipes. Y es un signo de su debilidad que tuviera que remendar con el hilo de la mentira gruesa, el desgarrón que la muerte de 17 militares en suelo afgano hizo en ese primigenio título de legitimidad.

Pues el hombre que siendo diputado no se opuso a la primera guerra del Golfo ni al bombardeo de Serbia ni a ninguna otra guerra que se sepa, es consciente de que se elevó a La Moncloa merced a un pacto tácito con sus votantes. Un pacto en el cual “la paz” no es un fin, sino un medio: el medio para que España no se meta en líos allende sus fronteras y se ahorre “castigos” como el del 11-M. Pero resulta que en agosto, España descubrió que se hallaba asomada a un exterior cuyos peligros se le habían hurtado hasta entonces. Que estaba en otro “avispero”.

Y ZP, en lugar de abrirle la puerta a la verdad, la cerró de golpe. “Estamos en Afganistán por las mismas razones que salimos de Irak, por la paz, por Naciones Unidas y la legalidad internacional”, dijo. Pero no en el Congreso, donde se le habría rebatido. Hubiera bastado recitar los números de las resoluciones que autorizan la fuerza multinacional en Irak e instan a los estados miembros a contribuir con tropas: 1511 y 1546. Y junto a esos números, las fechas: 16 de octubre de 2003 y 8 de junio de 2004. Y junto a esas fechas, la fechoría: el 19 de abril de 2004, a los dos días de su investidura, anuncia la espantada porque no tenía indicios de que antes del 30 de junio la ONU asumiera “el mando político y militar” en Irak.

Sin embargo, mantuvo y aumentó las tropas en Afganistán, pese a que allí la ONU no asumió nunca el mando. Lo hizo laOTANy no tanto para abrirle camino a la ayuda humanitaria, como para mantener la seguridad. En cuanto a la legalidad de origen de las dos intervenciones, es asunto discutido y discutible. Pero no quiso Rodríguez afrontar un debate. Prefirió un mitin donde la demagogia tiene garantizado el aplauso. Dice el tema de Zappa: ni la nariz ni los dedos de los pies, la parte más feait’s your mind. Es la mente. Una mente atrapada en la mendacidad.

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