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Isabel Durán

El regreso de Zapatero

Lo más grave es que el presidente, tras atravesar un verano caliente, de nefasta gestión gubernamental, anuncia antes de su regreso, enrocado en el limbo monclovita, más de lo mismo.

Las vacaciones del presidente tocan a su fin. Hace poco más de un año Zapatero desembarcaba en Menorca e iniciaba unas felices y triunfales vacaciones veraniegas encantado de pasear su tanga ante los objetivos de los fotógrafos en el llaud alquilado anteriormente por José María Aznar. Ahora somos una nación, o lo que sea, moderna. Tras cambiar los aznareños posados de Playetas por el desalojo de inmigrantes del centro de internamiento del aeropuerto de Lanzarote -no sea que perturben el descanso presidencial-, hemos asistido a una prórroga vacacional del jefe del Ejecutivo dado que hubo de interrumpir su descanso a causa del desgraciado siniestro de Afganistán que acabó con la vida de diecisiete militares españoles y sobre cuyas circunstancias, quince días después, apenas sabemos nada.

Claro que los nuevos aires modernistas y progres han pasado por el acondicionamiento previo, como es debido, del palacio de La Mareta. Los seguidores de Paulino Iglesias del siglo XXI han reconvertido el socialismo del Azor de González en el socialismo rosa zapateril que encuentra su mejor acomodo en el fastuoso regalo del rey Fahd de Arabia Saudí al monarca español, tras los imprescindibles retoques de Sonsoles.

Ha bastado sólo un año, el periodo que ha mediado entre los dos primeros veraneos del presidente y el cambio de ZP no se queda sólo en las formas. Zapatero navega definitivamente en las frondosas alturas del poder político, alejado de cualquier realidad, asentado sobre las cenizas de un gobierno que adolece de una colosal pereza, una cósmica falta de rigor, abrumadoras mentiras a granel a los ciudadanos y una escandalosa falta de pudor o incompetencia en asuntos vitales para la ciudadanía.

Pero eso no es lo peor. Lo más grave es que el presidente, tras atravesar un verano caliente, de nefasta gestión gubernamental, anuncia antes de su regreso, enrocado en el limbo monclovita, más de lo mismo. Toca el Congreso del PSOE con los socialistas enfrentados, aunque con la boca pequeña, entre ellos. Es la hora de la votación del Estatuto catalán. Ha llegado el momento de cerrar los presupuestos a golpe de voluntario chantaje. Impera la necesidad de respuestas sobre el 11-M, sobre la detención ilegal de militantes del PP, sobre la muerte de los 17 militares españoles y la vergonzante política exterior de Rodríguez Zapatero. Con todo ello y mientras, el embate de los terroristas y sus apoyos gubernamentales vascos bajo el liderato de Perpiñán es más acuciante que nunca, y a Zapatero sólo se le ocurre decir que su objetivo esta legislatura es “hacer una España del entendimiento”. Claro, después de haberla destrozado.

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