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Amando de Miguel

Gramática para andar por casa

Antonio López Oliva (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz) se pregunta si está bien lo de “una alta misión”. ¿No cabría decir “un alta misión”? Pues no. Está bien dicho “una alta misión”. Solo se pasa al artículo masculino cuando la palabra que sigue es un sustantivo femenino que empieza por una a tónica. Por ejemplo, debe decirse “un alma cándida”, “un arte poética”. Hay alguna excepción (por ejemplo, “la Ana”), pero “una alta misión” no lo es, puesto que “alta” es adjetivo. Bien es verdad que, de acuerdo con la norma, diremos que “en el hospital se ha producido un alta esta mañana”. Aquí, “alta” es sustantivo femenino que empieza con a tónica.
 
Se comprende que los titulares de los periódicos ahorren todos los signos que puedan y acorten las palabras. Se recuerda el caso extremo de la famosa “Lady Di”, llamada así porque en los gruesos titulares de los periódicos sensacionalistas no había espacio para poner su título real (de realeza y de cosa): “Princess Diana”. Ahora, más modestamente, es el caso de los periódicos españoles. José Sánchez (antiguo alumno de la Universidad Autónoma de Barcelona) lee este titular en Estrella Digital: “Cientos de pancartas favor familia, banderas y referencia Zapatero en la marcha”. Fuera artículos y preposiciones. Supongo que ese es el lenguaje de los móviles. Antes se decía “de los telegramas”.
 
Luis Legazpi sostiene que “a por” lo puso de moda la CEDA con su famoso eslogan “a por los 300” (diputados). Concluye: “Siempre me enseñaron que dos preposiciones juntas eran dos albardas. Pero a lo mejor es que tal vez quién sabe”. Ya se sabe que la repetición inútil es “albarda sobre albarda”. Sin embargo, solo los puristas mantienen hoy que dos preposiciones juntas son como albarda sobre albarda. “A por ellos” o “a por todas” son expresiones muy comunes en el lenguaje popular. Hay otras combinaciones: “por el contrario”, “para con”, etc. Digamos que no son formas corrientes, pero pueden darse y con cierta ventaja de expresividad.
 
Guillermo Fuset (Barcelona) critica el abuso que se hace del artículo indeterminado un, una… Por ejemplo. “Ayer Rivaldo marcó dos goles. Un Rivaldo que ha visitado hoy a unos niños en el hospital”. Don Guillermo asegura que le “silban los oídos” cuando oye frases como la mencionada. Razona: “Rivaldo solo hay uno, al menos uno que sea famoso y futbolista”. Sin embargo, opino que la frase tampoco es tan desastrosa. Tiene algún sentido ese “un Rivaldo”. No significa que solo haya uno, o que haya más Rivaldos. Tiene un sentido ponderativo. El tal Rivaldo no solo mete goles, sino que visita a los niños en el hospital. Una señora guapísima puede ser una Venus, por mucho que Venus fuera irrepetible. Por otra parte, es cierto que abusamos del artículo indeterminado por influencia del inglés. Es un horror el del libro que se titula “Una Historia de España”. ¿Es que nos amenaza con otra?
 
Seve interviene en el asunto del género de los árboles. Su idea es que los femeninos arbóreos, “la moral”, “la cerezal”, “la nuezal”, no son propiamente castellanos sino de la lengua asturleonesa, que también se habla en Sanabria. Puede ser. Ahora caigo que el nombre de mi pueblo de nación es Pereruela, es decir, un diminutivo para “perera” (=peral), femenino.
 
Alejandro Martínez (Vitoria) señala que el uso del género femenino para algunos árboles se da en zonas del Norte de España, seguramente porque el habla se conservó más pegada al latín. María Elena Marqués Álvarez es también de esa opinión. Tienen razón.
 
Luis Palomino añade un fino matiz. No es lo mismo “el moral, que da las moras de color morado y la morera que da las moras de color blanco”. Saber es distinguir.
 
G. Mejorado (Madrid) afirma que tiene “predilección por la entrañable expresión de los vascos y las vascas del querido Ibarreche”. Pero, “intuyo discriminación para nosotras si comenzamos con un masculino”. Así, según doña G., sería mejor decir “todas y todos” o “las vascas y los vascos”. Estoy en radical desacuerdo. Lo de “los vascos y las vascas” o “todos y todas” es una solemne majadería. El masculino genérico no supone ninguna discriminación, como no lo es que “persona” sea femenino y genérico. Pero lo de “todas y todos” para que doña G. no se sienta discriminada me parece una sinsorgada. El orden alfabético en que se enuncian las palabras no significa discriminación. La prueba es que lo elegante es decir “los madrileños y yo” y no “yo y los madrileños”. Tampoco sería una discriminación para los varones decir “las madrileñas y los madrileños” si así lo aconseja el argumento del discurso. La pareja de los Reyes Católicos será siempre “Isabel y Fernando”, no “Fernando e Isabel”, quizá por razones eufónicas y porque Isabel era de armas tomar. En Zugarramurdi contaban “las brujas”, mucho menos “los brujos”. Ibarreche podrá extasiarse con lo de “los vascos y las vascas” pero no he oído que diga “los nacionalistas y las nacionalistas”, “los parados y las paradas”, “los ertzainas y las ertzainas”. Si no se es coherente con la regla del género reduplicado, el asunto resulta un tanto hipocritilla. Mi impresión es que esos requilorios del “todas y todos” lo que demuestran es un inmenso complejo de inferioridad. Revelan ese complejo tanto las mujeres como los varones que se acogen a la formulita de marras. Esa manía supone, además, una nesciencia insufrible respecto a la estructura del idioma y una sumisión indecente a la llamada “corrección política”. Muchos periodistas y escritores, para medrar, tienen que atenerse a “lo políticamente correcto”. Si son mujeres, más.
 
Vicente Planells Fons (Valencia) viene en mi auxilio con una fina observación. Todos esos que se deleitan con lo de “ciudadanos y ciudadanas” nunca dicen “asesinos y asesinas”, “los y las terroristas”. Termina don Vicente: “Conclusión: la cretinez a la que usted alude me parece que es más perversa de lo que usted cree”.

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