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EDITORIAL

Bush y ZP, en la ONU

¿Qué compromisos cabe esperar de la ONU, en contra de la pobreza o el terrorismo, si han de consensuarse con regímenes empobrecedores que se sostienen en el uso sistemático del terror?

La cumbre de líderes mundiales de la ONU ha empezado este miércoles con el propósito de renovarse ante dos de los problemas principales de nuestro tiempo, el terrorismo y la pobreza. No cabe, sin embargo, esperar de esta cumbre grandes reformas internas de las que tan necesitada se encuentra la ONU. Para empezar, la reforma del Consejo de Seguridad, órgano ejecutivo, ha quedado aplazada, así como la creación de una Convención contra el Terrorismo Internacional tras la bochornosa falta de acuerdo sobre la definición de "terrorismo". No menos decepcionante es la creación de un Consejo de Derechos Humanos, si se limita como por ahora hace a un cambio de nombre en sustitución de la desacreditada Comisión de los Derechos Humanos. De hecho, no hay en este punto un acuerdo en cuestiones tan elementales como si será un órgano permanente, su mandato, su tamaño o su composición.
 
Y es que desengañémonos. La corrupción y la falta de transparencia e integridad que anida en Naciones Unidas –a las que sólo Bush, por cierto, se ha atrevido a hacer referencia no es únicamente la de sus gestores, sino que es fundamentalmente de índole estructural. ¿Qué moralidad y eficacia en su ejercicio cabe esperar de una organización que da voz y voto a tiranos, que suprimen en sus países la transparencia y la voz de sus ciudadanos? ¿Qué compromisos cabe esperar de ella en contra de la pobreza o el terrorismo si han de consensuarse con regímenes empobrecedores que se sostienen en el uso sistemático del terror?
 
En cualquier caso, vale la pena fijarse en el lúcido discurso de Bush, no sólo porque no es ajeno a estas reflexiones sino, sobretodo, por lo que contrasta con la vacua y demagógica palabrería de la que ha hecho gala Zapatero en ese mismo foro.
 
Mientras que el dirigente estadounidense ha centrado su discurso en abogar por el expansionismo de la democracia –esencial, tanto para la lucha contra el terrorismo, como contra la pobreza, Zapatero ha tratado de generar falsos antagonismos entre guerras como la de Irak frente a “la lucha contra el hambre y contra la pobreza, que es la guerra más noble que la humanidad puede librar”. “En ese combate –ha dicho pomposamente ZP den por seguro que el Gobierno y el pueblo español quieren batirse en primera línea".
 
¿De verdad cree ZP que “combatía en primera línea contra la pobreza” cuando se oponía al derrocamiento del empobrecedor y liberticida régimen de Sadam Husein? ¿O sólo trata de maquillar su bochornosa deserción de Irak mientras los aliados continuaban luchando por la consolidación de la democracia en aquel país?
 
Si lo que pretende Zapatero a nivel internacional es que se olvide el hecho de que se trata del mandatario occidental más aplaudido por las organizaciones terroristas islámicas –incluyendo los autores directos del 11-M, ya podía haber elegido otro día para derramar su hipocresía. Este mismo miércoles, Al Qaeda asesinaba en Irak a más de un centenar de ciudadanos iraquíes –la mayoría obrerosque buscaban trabajo en las construcciones que se están levantando en la capital iraquí. Por lo visto, negarse a que soldados españoles colaboren con los aliados y los iraquíes en hacer frente a esos criminales es como ZP entiende que el pueblo español se “bate en primera línea contra la pobreza”.
 
Bush, por su parte, no sólo ha abogado por la proliferación de la legalidad democrática en el tercer mundo, sino que ha hecho propuestas determinantes para el desarrollo de esos países como es la supresión de los aranceles comerciales. Zapatero, al margen de su hueca palabrería contra la pobreza, no ha sabido más que proponer medidas tan concretas como empobrecedoras para paliarla, como son la mera transferencia de recursos públicos y nuevos impuestos como esos con los que pretende gravar los billetes de avión.
 
Bien está, por otra parte, que se reduzcan los costes de envío de las remesas que hacen los emigrantes a sus respectivos países de origen. Pero la solución pasa por crear riqueza allí donde se perpetúa la miseria, no en condenar a millones de personas a una emigración que, por otra parte, no sería asimilable en los países desarrollados.
 
Claro que, si lo que se trata es de que los empobrecedores regímenes del tercer mundo puedan mantener su liberticida statu quo gracias a las transferencias de los inmigrantes y de los ciudadanos occidentales, ya nos podemos hacer una idea de en qué consiste la pomposa Alianza de Civilizaciones que propugna Zapatero. 

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