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EDITORIAL

Un anacronismo en el corazón de Internet

la aprobación por parte de la Asociación para a la Asignación de Nombres y Números (ICANN) de este dominio es anacrónico, pues no se corresponde con el espíritu de internet, y constituye un error garrafal.

Una de las características inmortales del nacionalismo irredento que padecen ciertas regiones de España desde hace lo menos 30 años es su amor por los símbolos inútiles. Símbolos que, debidamente agitados, hacen las veces de fetiches tribales para movilizar a la comunidad nacional. Ocasión tuvimos de verlo con motivo del cambio de matrículas en los automóviles hace cinco años. Entonces, nacionalistas vascos y catalanes se quejaron porque en las nuevas placas –que como todo el mundo sabe no sirven más que para identificar al vehículo- no figuraba filiación regional alguna. Clamaron durante meses apelando a la sacrosanta identidad y exigieron disponer de su propia divisa en distintivos ininteligibles que no reconocía autoridad internacional alguna y que, en algunos casos, se habían inventado al efecto. Como la cosa no prosperó y la gente siguió a lo suyo pensando que una matrícula es lo que es y nada más, los que habían armado el revuelo hubieron de conformarse con ver como los más sacrificados por la causa, siempre pocos, se afanaban en redecorar las nuevas placas al gusto.
 
Algo semejante acaba de suceder con el dominio de internet para la lengua catalana, aunque, eso sí, esta vez los agitadores se han visto bendecidos por el éxito. Desde principios de 2006 se podrán registrar sitios web cuyo nombre vaya rematado por un sonoro y reivindicativo .cat. En el delirante modo de ver el mundo de sus promotores, contar con un dominio de primer nivel es algo parecido a situar a Cataluña en el mapa, una suerte de venganza por los años que, según ellos, la llengua ha permanecido en la oscuridad, un recordatorio de lo importantes que son, del brillante futuro que les espera y de lo bien que saben mirarse el ombligo. Lo cierto, sin embargo, es que la aprobación por parte de la Asociación para a la Asignación de Nombres y Números (ICANN) de este dominio es anacrónico, pues no se corresponde con el espíritu de internet, y constituye un error garrafal. El .cat es el primer dominio de primer nivel que se adjudica a un grupo lingüístico-cultural, por lo que cabe suponer que, en breve, aparecerán nuevas solicitudes de los más remotos rincones del globo convirtiendo un medio universal como internet en una sopa de letras. No en vano en el mundo se hablan unas 6.800 lenguas, todas valiosísimas, pero de difícil ajuste en un sistema mundial de dominios en el que el .com es el rey y señor, y no porque lo haya dicho nadie, sino porque así lo han decidido los propios internautas. Si a esos casi 7.000 idiomas le sumamos la infinita variedad de las expresiones culturales humanas, podríamos encontrarnos que cada comarca, cada aldea del planeta exige a la ICANN su derecho a disfrutar en internet del protagonismo que merece. Esto, obviamente sería inviable, pero es a lo que la propia ICANN se ha expuesto abriendo la espita de lo cultural en algo tan prosaico como son los dominios de primer nivel.
 
Esconder la identidad lingüística y cultural tras un punto en la barra de direcciones del navegador conlleva, además, ciertos peligros para las lenguas y culturas que este dominio dice representar. El .cat será un dominio minoritario porque no son muchos los catalanohablantes a escala mundial y porque el dominio de marras es fruto del deseo de enredar que tienen demasiados políticos en Cataluña. Punt Cat, la asociación que ha aglutinado voluntades y que más se ha destacado por la aprobación del dominio dice haber conseguido 68.000 apoyos durante todo el tiempo que ha durado la campaña. Una insignificante minoría teniendo en cuenta que, sólo Cataluña, cuenta con casi 7 millones de habitantes. El .cat, por lo tanto, se convertirá casi con toda seguridad en un dominio desconocido y copado por organizaciones catalanistas radicales. Un chiringuito para unos pocos que habrán visto de este modo henchido un bizarro anhelo de independencia electrónica. En internet, por lo demás, las cosas seguirán como hasta ahora, el inglés, el alemán, el chino o el castellano continuarán su trayectoria ascendente sin necesidad de un dominio que los represente porque en este medio los internautas, los que contribuyen cada día haciendo la red más y más grande, son los verdaderos protagonistas. La ICANN, por su parte, puede ir preparándose. 

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