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Víctor Llano

Necesitamos otra cacería de osos

Tal vez fuera mejor para la Monarquía Española que el engendro de Salamanca coincidiera con una cacería de osos en Rumanía

Aún no me han convencido –tal vez porque me costaría mucho aceptarlo- pero gran parte de los cubanos que viven en Madrid apuestan porque Castro asistirá a la Cumbre Iberoamericana que se celebrará el próximo mes en Salamanca. En cualquier caso, nos visite o no Esteban Dido, la ilegalizada Batasuna ya ha anunciado que se concentrará en la bella ciudad castellana para mostrarle su apoyo. El espectáculo puede resultar dantesco si se permite que decenas de delincuentes supuestamente perseguidos por la justicia jaleen al más connotado de los terroristas vivos. Ya se demora el ministro del Interior en advertir que impedirá la concentración y el Partido Popular en exigírselo. Confiemos al menos en que José Antonio Alonso garantice la seguridad de los cubanos que una vez más recordarán los crímenes de la tiranía. El exilio no se resigna y volverá a clamar en el desierto. Nadie puede reprochárselo. Aunque tal vez más le valiera no perder el tiempo y el dinero en solemnizar lo que para cualquier persona decente resulta obvio.
 
Las Cumbres Iberoamericanas se han convertido en uno de los números estelares del gran circo mundial que sólo sirve para honrar a los verdugos y humillar a sus víctimas. Batasuna no hace más que lo que lo que le corresponde. Castro cobija en su finca a más de una veintena de sus cómplices. Es lógico que se lo agradezcan. Más ahora que están crecidos y se les considera interlocutores válidos. Lo que cuesta mucho entender es que un presidente de un Gobierno democrático y un monarca que se supone respeta los derechos humanos, abracen complacidos a un asesino en serie. Menos cuando como en el caso que nos ocupa, se trata de un bandolero que después de fusilar a cientos de descendientes de españoles, robó a miles de ellos todo lo que tenían.
 
Sin embargo, a estas alturas de la alianza del embuste, a pocos puede sorprender que Zapatero se ciña a todas las farolas con las que tropiece. Los cubanos saben lo que pueden esperar de él. A Castro le cuida como una madre y a ellos como una madrastra mala. Nadie con una gota de nobleza debiera acompañarle en semejante deslealtad. Tal vez fuera mejor para la Monarquía Española que el engendro de Salamanca coincidiera con una cacería de osos en Rumanía. Allí las alimañas están controladas y a disposición de sus cazadores, resultarían mucho menos peligrosas que otra foto en la que se viera a Don Juan Carlos amarradito al Iberosaurio.
 
Dios mediante, en España nacerá un heredero poco después de que finalice la enésima patraña que una vez más servirá para despreciar el sufrimiento ajeno. Dicen que Letizia espera un Pelayín. Confiemos en que llegue a ser Príncipe de Asturias y en que el día en que pueda visitar Cuba los pocos asturianos que allí encuentre no recuerden que su abuelo y su padre se abrazaron a su verdugo en repetidas ocasiones. Allá ellos con su responsabilidad, pero los consejeros de la Casa Real tendrían que reflexionar sobre la conveniencia de programar -para mediados de octubre y lo más lejos de Salamanca que les sea posible- una monumental cacería.

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