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Juan Carlos Girauta

A ver qué hacen con eso

la ponencia ha acabado redactando un texto que responde en un 90 % a las posiciones de ERC, representante del 16 % del electorado catalán. Y del 2’5 % del español

De la Vega quiere que se retoque en Cortes el engendro salido del Parque de la Ciudadela para que quede una cosa mona, constitucional “de la A a la Z”. De la A de Aberración a la Z de Zapatero. 218 artículos frente a los 18 del estatuto catalán de la Segunda República, un pavoroso intervencionismo, una Administración en pie de igualdad con el Estado español, una autonomía partidaria consagrada a la ingeniería social y dotada de un poder judicial a la medida. Agresiva, militante e intrusiva en la esfera privada.
 
Empieza por afirmar una nación en la que no creemos la mayoría de catalanes. Atónitos ante tal brecha entre el poder político y la sociedad, entre Matrix y el mundo real, no habíamos comprendido el truco: no habría tal brecha porque en el fondo el establishment no considera catalán a quien no cree en la nación catalana. O lo considera un catalán sobre el que hay que trabajar, un catalán a integrar, a cambiar, a programar, un catalán potencial, un catalán de segunda.
 
Esa decisión de ponerle de una vez el tejado a la construcción nacional de Pujol es la que les permite no ruborizarse cuando pagan anuncios en prensa donde unas entidades demandan vivamente el estatut. Dado el sólido precepto de qui paga, mana (el que paga, manda), la campaña equivale a una petición que Maragall se hace a sí mismo a través de los diarios. Qué monólogos tan aparatosos mantiene este hombre.
 
Se supone que un Estatuto de Autonomía es un marco legal para que cualquier gobierno, independientemente de su color, pueda aplicar sus políticas. Ergo esto no es un Estatuto. Es un parto de los montes con trampa, porque el ratón alumbrado porta la peste. El PPC ha calculado que, tras diecinueve meses de trabajo, la ponencia ha acabado redactando un texto que responde en un 90 % a las posiciones de ERC, representante del 16 % del electorado catalán. Y del 2’5 % del español, dato interesante teniendo en cuanta que el ratón que han parido Montjuic y el Tibidabo implica una reforma constitucional tan severa que altera todo el sistema político instaurado a finales de los setenta, el que ha permitido una prosperidad y una estabilidad entonces inimaginables.
 
Esperemos que en las Cortes se imponga la racionalidad, pero devolver esta pieza a sus cauces constitucionales “de la A a la Z”, como quiere la vicepresidenta, va a ser más difícil que convertir al Santiago Segura de Torrente en la Sharon Stone de Instinto Básico. Mucho retoque es ese, venerable señora.
 
Bien. Inténtenlo, porque esa creativa pieza niega la nación española, liquida el principio de solidaridad y rompe la unidad del poder judicial. Si no, provocarán un precipitado fin de régimen, una crisis política de consecuencias imprevisibles y la deslegitimación de las más altas instancias del país. Ahora entiendo por qué Felipe González jamás quiso al PSC al frente de laGeneralitat.

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