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Cristina Losada

La estafa y el eclipse

Cuando uno prueba la consistencia de los argumentos de los que pretenden ser o son intelectuales de cabecera del presidente, suele topar con la estafa intelectual

Días atrás, el escritor Manuel Rivas aseguraba, en respuesta a Alejo Vidal-Quadras, en las páginas de El País, que España es una nación de naciones. Lo afirmaba, decía, como internacionalista, aunque no denotaba con ello condición de experto en derecho internacional, y en un tono algo airado. No le había caído bien que el eurodiputado le preguntara si había visto una bicicleta de bicicletas, una silla de sillas o una luna de lunas. Todas estas cosas decía Rivas que existían. Eso sí, previo trucaje del razonamiento. Con una lógica para la nación y otra para la bicicleta. La bici de bicis sería la mejor, la más veloz y ligera de las bicis habidas, mientras que su nación de naciones, una matrioska imposible: la que llevaría en su seno naciones de la misma envergadura política y jurídica.
 
¿Imposible? Nada de eso, decía el escritor. Vayan al mapa y podrán encontrar algún famoso Estado de estados. ¿Se refería acaso a cualquiera de las repúblicas federales en las que las partes que las constituyen se llaman estados, verbigracia, los Estados Unidos de América? De ser así, Rivas incurría en otro fraude intelectual. Para cerciorarme, repasé las Constituciones de diversos estados federales. Que es lo que debía de haber hecho Rivas antes de apadrinar el invento. Pues para escritor gallego indocumentado ya teníamos a Suso de Toro, con su ignorancia, dejaba negro sobre blanco en el diario citado, del origen del himno y la bandera actuales y del significado de “genocidio”, por no decir más.
 
Pero encontré lo que me temía. Lo de Rivas era un embeleco. Los estados federales se parecen como gotas de agua al estado español de las autonomías, que es lo que vienen diciendo los estudiosos del asunto. La soberanía reside en el pueblo americano, austriaco, indio, suizo, alemán, venezolano o mexicano en su conjunto; la igualdad ante la ley está garantizada; y cuidadito los estados con legislar sobre lo que no les compete. Sólo la Federación Rusa se constituye sobre un “pueblo multinacional”, pero es que Rusia es mucha Rusia. La Constitución de la república federal y bolivariana del compadre Chávez, ensalza la diversidad y el pluritodo, pero habla de la Nación, en singular, y la mexicana, afirma, como la nuestra, que la Nación es única e indivisible.
 
Cuando uno prueba la consistencia de los argumentos de los que pretenden ser o son intelectuales de cabecera del presidente, suele topar con la estafa intelectual. Bueno, éste no se les ocurrió a ellos, sino a un socialista de Segovia, que en su exilio en México, tras la guerra civil, fundó la revista Las Españas. Ya ven, nada nuevo bajo el sol. Ni siquiera bajo el sol de Maragall. Pero el caso es que la faramalla de la nación de naciones viene a hacer de luna para el eclipse. Como la especie zapateril de que el término “nación” pertenece al reino de lo simbólico y no tendrá efectos jurídicos. Cómo no va a tenerlos si se incluye en una ley, es algo que deberá explicar quien dicen que estudió Derecho.
 
Pero el fraude es el velo necesario. Los españoles que quieran ver el eclipse de la nación y medir las sombras que arroja su luz espectral, deberán quitarse las gafas que están repartiendo por todas partes. La hiedra nacionalista, que decía Azaña, trepa ahora mimada por los socialistas. Y es que ZP, y con él la izquierda española, ya no tiene otra cosa que ofrecer que lo que acaba de prometer en Galicia: “la afirmación de su identidad”.

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