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GEES

Un nuevo Plan Marshall

Ellos, como entonces nosotros, necesitan un serio compromiso de Occidente con la democracia en sus países.

La diplomacia marroquí ha dejado dos mensajes tan claros como directos, quiere iniciar conversaciones con España sobre el futuro de Ceuta y Melilla y desea que la Unión Europea establezca un “Plan Marshall” regional para ayudarles a superar las situaciones de subdesarrollo que están detrás de las corrientes migratorias. Nunca han dejado de reivindicar sus derechos sobre ambas ciudades y ahora, en línea con lo que ocurrió en el Sáhara, han establecido un mecanismo para convencernos de que debemos ceder: la marcha de los que nada tienen que perder.
 
En esta ocasión, como en anteriores, la posición marroquí es de puro chantaje. Ellos regularán la presión de pateras y saltavallas en función de sus intereses. Si negociamos el futuro de las ciudades y pagamos el tributo al Emir entonces la presión será menor, si actuamos en sentido contrario…
 
Naturalmente nuestro gobierno está dispuesto a ambas cosas, aunque encuentre dificultades para hacerlo público. La primera demanda ya la concedió Felipe González y la segunda está en línea con el Proceso de Barcelona y la Alianza de Civilizaciones, intentos de apaciguamiento a base de mucho diálogo y dinero a fondo no siempre conocido pero sí sospechado.
 
No podemos por menos que estar de acuerdo con la diplomacia de Marruecos en lo referente a la segunda cuestión. Es verdad. Ha llegado el momento histórico de un Plan Marshall para la región.
 
Cuando el entonces Secretario de Estado norteamericano, el general General George Marshall, pronunció su famoso discurso en la Universidad de Harvard presentando los fundamentos doctrinales del futuro European Recovery Program, nombre correcto del popular “Plan Marshall”, lo hizo con la intención de acelerar el desarrollo económico para evitar el auge del comunismo entre las clases humildes europeas. En su opinión, la democracia en Europa sólo sería posible si se establecía una sólida plataforma de clases medias que se convirtieran en el baluarte de la democracia liberal frente a la quinta columna comunista y los esfuerzos por finlandizar Europa Occidental de Stalin. El Plan Marshall, como la Alianza Atlántica, creada sólo un año después, es parte sustancial del legado Truman, del compromiso norteamericano con la democracia en Europa.
 
El “Amplio Oriente Medio”, no sólo Marruecos, necesita un Plan Marshall claramente condicionado a transformar la región y crear las bases para que reinen tanto la justicia como la libertad. Europa tiene que condicionar su ayuda al desarrollo de la educación, el combate contra la corrupción, la dignificación de la mujer, el libre comercio y, paulatinamente, el desarrollo de instituciones representativas. Ellos, como entonces nosotros, necesitan un serio compromiso de Occidente con la democracia en sus países.
 
Hasta la fecha hemos gastado mucho dinero en nutrir las arcas de las oligarquías locales y en mantener en pie regímenes tan corruptos como incompetentes. Paradójicamente, y esto es algo que nuestro gobierno tiene dificultades para comprender, este tipo de acciones son las que más irritan a los islamistas. Ellos nos critican por apoyar gobiernos corruptos que han abocado al Islam a la decadencia. Cuanto más dialoguemos con estas oligarquías, cuantas más alianzas sellemos con ellos, más nos culparán. Cuanto más pervivan estos regímenes mayor será la presión islamista.

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