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EDITORIAL

ZP esconde la mano tras tirar la piedra

Hay tambien en la actitud de Zapatero el cálculo, propio de todo nihilista, de esperar a ver cómo se asientan en la opinión pública los acontecimientos para ver con qué energía se sigue comprometiéndo con ellos

Si ya ha resultado llamativo que Zapatero, después de haber reanimado las esperanzas de ETA con una oferta de negociación, no haya dicho "esta boca es mía", ni para condenar el último atentado de ETA ni para celebrar la última detención de los terroristas llevada a cabo por la policía francesa, más elocuente resulta, con todo, su silencio de estos últimos y dramáticos días, en los que avalanchas de inmigrantes saltan ilegalmente nuestras fronteras, o en los que los nacionalistas e independentistas catalanes acaban de poner en jaque la continuidad nacional y constitucional de España.
 
Si en estos dos asuntos, el presidente ha llegado a negarse a responder a las preguntas de los periodistas, su intención de refugiarse en la sombra ha llegado al extremo de negarse también a acudir al Parlamento y dar allí explicaciones sobre su renuencia a salir en defensa de la soberanía española de Ceuta y Melilla o sobre su política para hacer frente a las avalanchas.
 
El presidente del gobierno no podrá, sin embargo, prolongar por mucho tiempo su silencio. Si el acoso a las fronteras de Ceuta y Melilla, lejos de atenuarse, no hace otra cosa que agravarse, el plan de ruptura catalán será hoy mismo trasladado por el independentista que preside el parlamento autonómico para registrarlo en el que, todavía, es nuestro Parlamento nacional. Eso, por no hablar de la entrevista que, también hoy, mantendrá ZP con Maragall.
 
Como la del niño que tira la piedra y esconde la mano, esta insostenible actitud de ZP obedece, sin duda, al deseo de no verse implicado en el entuerto que su propia irresponsabilidad ha generado. Pero también hay en la actitud de Zapatero el cálculo, propio de todo nihilista, de esperar a ver cómo se asientan en la opinión pública los acontecimientos para ver con qué energía se sigue comprometiéndo con ellos. Por eso los nacionalistas no han dejado un solo momento, tras aprobar el plan, de seguir presionando, política y mediáticamente para que Zapatero no los frene después de haberlos animado en esta deriva soberanista. Por eso, el PP, y cuantos defienden el marco constitucional del 78, deben acentuar la denuncia de este golpista fraude de ley que se quiere perpetrar escondido en una supuesta reforma estatutaria.
 
Si su responsabilidad directa en el entuerto catalán que ZP aspira a convertir en éxito es patente desde que basó las alianzas de su gobierno con unos separatistas que, a su vez, habían consensuado estrategias con ETA en Perpiñán, por no hablar de las posteriores declaraciones del presidente cuestionando la condición de “nación” del país que gobierna, la responsabilidad de Zapatero no es menor en el caos con el que se está acosando a Ceuta y Melilla.
 
Evidentemente, ni ZP ni su Gobierno son responsables del delirio ideológico –y en algunos casos, criminal de los nacionalistas, como tampoco lo son del hecho de que haya multitud de personas que aspiren a una vida mejor saltándose la ley y las fronteras. Pero, desde luego, lo que sí es culpa del Gobierno del 14-M es haber alentado y agravado, de forma decisiva, ambos problemas.
 
En lugar de exigir con firmeza a Marruecos que cumpla sus compromisos de colaboración contra la inmigración ilegal, la actitud del gobierno de ZP ha sido tan permisiva y condescendiente, que ha animado a Rabat, por el contrario, a utilizar a los inmigrantes como medio de presión para aproximarse a su vieja aspiración de reclamar la soberanía de Ceuta y Melilla. En la misma dirección ha empujado la irresponsable "regularización" de inmigrantes ilegales llevada a cabo por el gobierno de ZP, que, tal y como se le advirtió, no ha hecho otra cosa que agravar el "efecto llamada". Que Moratinos salga ahora pidiendo ayuda a la UE para contener las avalanchas, después de haber hecho oídos sordos a las reiteradas protestas de nuestro socios europeos ante aquella demencial política, muestra hasta qué punto este Gobierno no sólo no soluciona los problemas, sino que los agrava.
 
Qué punto de incompetencia no habrá alcanzado el Gobierno de ZP que hasta ha convencido a no pocos medios de la derecha de que no es conveniente que el Ejército colabore con la policía y la Guardia Civil en las tareas de contención de la avalancha. Claro que, si esas labores se van a llevar a cabo con el desarme material y moral con el que se han improvisadamente diseñado, no es que sobren los militares, es que también sobra la policía y la Guardia Civil.
 
Si, al menos, la "alianza de civilizaciones"sirviera para combatir esas tiranías y esos incivilizados regímenes, fabricantes de miseria, de las que huyen los emigrantes... Pero ¡que vá! A lo que aspira ZP es a perpetuarlas en una "dialogante" coexistencia.

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