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Emilio J. González

El arte de la estrategia

La teoría de los juegos tiene su origen en el ámbito militar, en un caso más en el que las investigaciones en materia de defensa revierten luego a la sociedad civil

Hace ya tiempo que el premio Nobel de Economía suele ir a parar a manos de quienes han desarrollado modelos matemáticos de utilidad para quienes gestionan una empresa, son parte activa del mundo de las finanzas o tienen bajo su responsabilidad la ejecución de la política económica. Robet J. Aumann y Thomas C. Schelling, los dos economistas estadounidenses laureados este año no son una excepción a esta regla, aunque sí constituyen un caso diferente por el amplio abanico de aplicaciones, teóricas y reales, que han tenido sus aportaciones a la teoría de juegos, sobre todo en el ámbito de la estrategia.
 
La teoría de juegos es algo así como el estudio de modelos matemáticos que permitan deducir el comportamiento de los demás ante una determinada situación y, de esta forma, poder aplicar las estrategias más eficaces, en el ámbito empresarial, en política económica e, incluso, en materia de defensa. De hecho, la teoría de los juegos tiene su origen en el ámbito militar, en un caso más en el que las investigaciones en materia de defensa revierten luego a la sociedad civil para su beneficio. Se inició en la II Guerra Mundial, cuando el Estado Mayor estadounidense se enfrentó al problema de averiguar la ruta que seguiría el almirante Yamamoto, auténtico cerebro gris del ejército japonés, en un viaje en avión por el Pacífico. Los americanos querían derribarlo y asestar, de esta forma, un golpe importante a los nipones que, después, se reveló vital. Los estadounidenses sabían que el avión de Yamamoto podía seguir cuatro rutas diferentes para llegar a su destino, en función de la climatología y otros factores, pero desconocían cuál sería la elegida finalmente. Lo que hicieron, entonces, fue desarrollar un modelo matemático basado en probabilidades, a partir de cuyos resultados decidieron lanzar sus cazas por una ruta concreta en busca del avión de Yamamoto y acertaron. Este fue el origen de la teoría de los juegos.
 
Una parte del mérito de Aumann y Schelling ha sido el desarrollo instrumental de esta herramienta esencial para el triunfo de las estrategias, aunque no han sido los primeros en recibir el Nobel de Economía por ello. En 1994 ya lo obtuvieron John Harsanyi, Reinhardt Selten y un John Nash, cuya biografía fue llevada a la gran pantalla en 2001 en la película Una mente maravillosa. Pero las aportaciones de este terceto fueron más teóricas que prácticas, a diferencia de las de Aumann y Schelling que nacieron, precisamente, de la necesidad de buscar respuestas concretas a problemas específicos. Y las obtuvieron. Las teorías de Aumann, por ejemplo, estuvieron detrás de la estrategia seguida por John F. Kennedy en la crisis de los misiles cubanos en 1963, en la que estuvo asesorado por un Henry Kissinger muy partidario de la teoría de los juegos y de los trabajos de Aumann en este terreno. A su vez, las investigaciones de Schelling resultaron muy útiles en todo lo referente a la política de control de armas, sobre la que ha publicado varios artículos en revistas tan prestigiosas como Foreing Affairs.
 
Las aportaciones de Aumann y Schelling a la teoría de los juegos analizan cuestiones tan importantes como la racionalidad de las personas o las sociedades, la reacción del rival ante una propuesta, por la información que extrae de ella; cómo la respuesta a una situación condiciona respuestas futuras cuando se producen acontecimientos similares o las ganancias que se obtienen mediante coaliciones. A partir de sus descubrimientos se han perfeccionado, por ejemplo, las técnicas de negociación, tanto en el ámbito empresarial como en el de las relaciones internacionales, tanto económicas como geoestratégicas. Por ejemplo, Aumann y Schiller explican por qué aunque los teóricos de la economía han demostrado en repetidas ocasiones que el sistema de comercio internacional más eficiente es el librecambio, los Gobiernos tienden a ser proteccionistas: según sus teorías, los ciudadanos de un país tienden a simpatizar con las empresas con las que comparten nacionalidad y ven bien que el Gobierno establezca medidas para protegerlas en vez de fomentar la competencia con las importaciones, aunque ello les suponga pagar más dinero por los mismos bienes y servicios. Un caso muy ilustrativo en este sentido es la política agrícola común (PAC), muy criticada porque cierra las puertas de la Unión Europea a las importaciones de terceros países, provoca excedentes muy voluminosos y encarece los productos agroalimentarios en el interior de la UE pero que, sin embargo, no se reforma en profundidad porque los ciudadanos tienden a pensar qué será de los agricultores ante semejantes cambios y simpatizan con ellos.
 
La aplicación de las ideas de Aumann y Schelling ha llegado, incluso, a las tecnologías de la información. Sus teorías permiten construir ordenadores gracias a que los microprocesadores que incorporan trabajan con el mismo objetivo e, incluso, se utilizan en el desarrollo de sistemas preventivos contra los intrusos en los sistemas informáticos, gracias a los modelos matemáticos que incorporan su conducta como una de las variables y permiten prever las respuestas de los hackers y crackers ante las medidas de defensa que detecten en los sistemas informáticos en los que tratan de penetrar.

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