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Porfirio Cristaldo Ayala

La miseria latinoamericana

La diferencia abismal con Corea se explica, no en la cultura, raza o religión, sino en la superioridad de la economía de mercado sobre el estatismo

Hace unos años Paraguay firmó con Corea del Sur un convenio obligándose a proteger las inversiones mutuas. Al poco una empresa coreana compró tierras para desarrollar un moderno complejo agropecuario y turístico, pero al día siguiente de la compra se presentó al Parlamento el primer pedido de expropiación. Y cuatro años después les despojaron de 52 mil hectáreas y valiosas instalaciones. Los inversionistas están estupefactos. ¿No existe un acuerdo de protección? ¿No es la propiedad segura? Además, todos saben que el gobierno no tenía un centavo para pagar indemnizaciones.
 
El populismo no conoce límites. Si bien el gobierno aún no ha pagado por las expropiaciones realizadas hace más de diez años, en el caso de los coreanos no había intención de pagarles nada. En lugar de los millones que valen las tierras, fijaron para la indemnización un valor irrisorio (menos del 3%) y dividieron el pago en 10 cómodas cuotas anuales. La Constitución asegura que la propiedad es inviolable, pero no el “latifundio improductivo”. Y el gobierno decide qué es latifundio y qué es improductivo; así lo resolvió la propia Corte Suprema. Son los riesgos de la falta de un estado de derecho. Por eso Paraguay es pobre.
 
Los inversionistas aprendieron la lección y durante muchos años nuestra gente seguirá pagando un alto precio en ausencia de inversiones extranjeras, estancamiento y desempleo por las alegres confiscaciones del populismo. Mis compatriotas hace años sacan sus capitales al exterior, pero algunos todavía tienen esperanzas. Las expropiaciones solo afectan a los terratenientes, no a las fábricas y negocios, dicen. Se equivocan. La izquierda está aprendiendo de Hugo Chávez en Venezuela que las fábricas y empresas también pueden expropiarse si son “improductivas” o no crean suficientes empleos, a criterio del gobierno. En Venezuela desapareció el derecho de propiedad, enfermedad muy contagiosa.
 
Lo que políticos socialistas e irresponsables como Chávez no ven es que hace medio siglo Corea del Sur tenía un ingreso per cápita de 120 dólares y Paraguay de 250 dólares. Eso cambiaría radicalmente. En los años 60, Corea abrazó el capitalismo, protegió los derechos de propiedad privada, abrió su economía al comercio internacional, atrajo la inversión extranjera y, aun bajo un gobierno autoritario, estableció el estado de derecho. En cambio, Paraguay cayó en la larga dictadura de Stroessner, consolidó el estatismo, estatizó las industrias, promovió la planificación, los monopolios, el proteccionismo, la corrupción institucional y expropió y repartió millones de hectáreas en la reforma agraria, parecido a lo que hizo Corea del Norte que hoy se debate entre el hambre y la miseria.
 
En pocas décadas, la libertad económica transformó a Corea del Sur, de ser una economía agrícola en una moderna democracia capitalista, la undécima economía mundial. Esa potencia industrial y tecnológica tiene hoy un PIB anual por habitante de 14.100 dólares. En pocos años alcanzará el nivel de los países ricos de Europa. Nosotros, en cambio, continuamos con el estatismo, la corrupción, los monopolios estatales, el proteccionismo y la reforma agraria, aún después de derrocar la dictadura. Hoy seguimos teniendo una economía agrícola, una de las más pobres, atrasadas y corruptas del continente. El ingreso anual por habitante en Paraguay apenas alcanza 1.000 dólares.
 
La diferencia abismal con Corea se explica, no en la cultura, raza o religión, sino en la superioridad de la economía de mercado sobre el estatismo, de la libertad económica sobre la planificación estatal, del libre comercio sobre el proteccionismo y del respeto irrestricto a la propiedad privada sobre las expropiaciones en la reforma agraria socialista. Esta es una lección que los políticos latinoamericanos tendrán que aprender.

En Libre Mercado

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