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EDITORIAL

Éxito constitucional en Irak

casi un 70% de los quince millones de iraquíes registrados en el censo electoral, volvieron a demostrar que quieren vivir en libertad y disfrutar de una democracia al uso occidental

A pesar de que el grueso de medios de comunicación occidentales llevan más de dos años empeñados en dibujar un tétrico panorama del Irak de posguerra, lo cierto es que, por primera vez en su historia, los iraquíes están siendo dueños de su propio destino. Así lo demostraron en las elecciones de enero, en la que millones de ciudadanos se dirigieron –a riesgo de su propia vida y sin que nadie les obligase- a los colegios electorales a depositar su voto. Ayer, con motivo del referéndum de la Constitución y a pesar de las llamadas al boicot por parte de algunos líderes religiosos, casi un 70% de los quince millones de iraquíes registrados en el censo electoral, volvieron a demostrar que quieren vivir en libertad y disfrutar de una democracia al uso occidental.
 
Si la Constitución es aprobada, tal y como esperan todos los analistas pues se trata de un documento que ha conseguido un prodigioso consenso, los iraquíes volverán a las urnas en el mes de diciembre. Lo harán para elegir a un nuevo y definitivo Parlamento nacional que les represente y dé por concluido este año constituyente que ha alumbrado un nuevo y prometedor país en el corazón de Oriente Medio. Un Irak refundado tras el trauma de la sanguinaria dictadura de Sadam Hussein, confiado en sus propias posibilidades de éxito y que sirva de ejemplo en una asendereada región donde la democracia, el respeto a los derechos humanos y las libertades individuales son, hoy por hoy, una quimera.
 
El nuevo Gobierno salido de los comicios de diciembre habrá de enfrentar el principal problema que hoy aflige a la nación iraquí: el terrorismo islámico. Hasta la fecha, la lucha contra esa plaga ha corrido a cargo de los soldados de la coalición internacional. Un ejército bien preparado y pertrechado que lucha cada día de la semana sin tregua frente a un enemigo implacable. Los métodos de los terroristas que operan en Irak son bien conocidos por cualquiera medianamente informado. Su pretendida “lucha de liberación” consiste en asesinar iraquíes inocentes a mansalva a través de macroatentados muy sangrientos encaminados a llamar la atención de la prensa occidental. A lo largo de este año, las tropas aliadas han realizado grandes avances en la lucha antiterrorista poniendo en jaque a alguno de sus más renombrados cabecillas. 
 
Ha llegado la hora de que sean las nuevas y reconstruidas Fuerzas Armadas iraquíes las que vayan tomando el relevo. Durante todo este año especialistas norteamericanos han estado entrenando batallones compuestos exclusivamente por iraquíes. Muchos han combatido ya en operaciones especiales con el cuerpo de Marines y se encuentran en perfecto estado para ir, paulatinamente, tomando las riendas. El país es suyo, les pertenece y ellos han de ser, en última instancia, los que lo terminen de poner en orden. La democracia es una flor muy frágil en cualquier lugar, pero lo es mucho más en países que nunca la han conocido y que se encuentran sitiados por naciones que se declaran enemigas de ese ordenamiento político.
 
Los aliados se han comprometido a estar en Irak el tiempo que haga falta colaborando en la reconstrucción económica, política y moral de un país devastado por un cuarto de siglo de guerra y tiranía. Una oportunidad que Irak y sus habitantes no pueden dejar escapar. Por ahora van por el camino correcto, armándose de valor, plantando cara al islamismo con una simple papeleta. Sería bueno que en occidente empezásemos a reconocérselo.  

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