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Amando de Miguel

En primera persona

Cada vez más me ocurre algo muy simpático. En las conferencias, en las estaciones y aeropuertos, en la calle me topo con desconocidos que se presentan y me saludan como si fuéramos amigos de toda la vida. La frase es: “Yo soy un libertario”. Quieren decir que me escriben a esta seccioncilla. Maravilla de la interactividad. Espero que el club se vaya ampliando. No sé si tendríamos que llevar alguna prenda distintiva, una bufanda, una gorra de visera, un color. Tengo que proponer la iniciativa al increado departamento de merchandaisin de LD.
 
Es continua la pregunta de muchos libertarios respecto a la posible recopilación de estos emilios en forma de libro. Pues bien, ya está en la calle el formato libro de La lengua viva (La Esfera de los libros). Comprende la correspondencia del año 2004. Espero que lo disfruten.
 
El mes pasado se publicó El arte de envejecer (Biblioteca Nueva), un ensayo en el que incluyo algunos cuentos sobre el júbilo de la jubilación. Ya de paso, aviso de la salida de otros dos libritos míos, Sociología del Quijote (CIS) y Nuestro mundo no es de este reino (Algaida). Es la cosecha feraz de este otoño seco en pluviosidades.
 
José Antonio Elías Bañas (El Burgo Ranero, León) recuerda con nostalgia haber leído en su día mi libro Estructura social de España. Opina que con ese manual “algunos estudiantes de Sociología empezamos a quitarnos las anteojeras marxistas: lo digo en serio”. El hombre se ofrece a ayudarme para “escribir una versión actualizada de ese libro”. Agradezco mucho el ofrecimiento, pero no tendría mucho sentido hacer ahora una nueva versión de dicho manual. Ha pasado una generación (30 años) y ahora escribo de otra forma, menos descriptiva, más analítica, más personal. Dentro de un mes saldrá a la luz un libro mío ─Entre los dos siglos (Ediciones Gota a Gota)─ en el que ofrezco otra forma de encararme con lo que va quedando de España. Empiezo con un capítulo descriptivo y concluyo con un apasionado colofón que me va a traer algún quebradero de cabeza. Se comprenderá que, con ese ánimo pendenciero (todavía más fresco que el de hace una generación) mejor será que firme yo solo los trabajos. Hace una generación pude dar con mis músculos en la cárcel por mis opiniones. Ahora estamos en una democracia; simplemente me acosan. Es una nueva forma de violencia grupal que habrá que estudiar alguna vez, escarmentando en cabeza propia, como manda el reglamento. Hace algún tiempo mi amigo Pepe Castillo me hizo el cariñoso obituario anticipado: “Amando no va a pasar al recuerdo como el prudente”.
 
Don José Antonio atestigua que en su pueblo las cazuelas del mío (Pereruela) se dice de “parigüela”. Nosotros mismos nos consideramos “perigüelanos” un poco en broma, pero lo de “parigüela” creo que es un trabucamiento excesivo.
 
Raúl Felipe Montoya me recuerda que fue alumno mío en Barcelona hace muchos años. “Usted me incitó a aprender y leer en catalán y siempre tomó el entender más de un idioma como una riqueza cultural. Siempre dijo a los catalanes [de habla] que aprendieran a entender el castellano y a quienes no entendíamos el catalán que aprendiéramos a entender el catalán”. Puestos a desvelar nostalgia, don Raúl me criticaba por entonces que yo “escribía bien, pero un poco técnico”. Se refería a los informes sociológicos que los alumnos tenían que empollarse. “Pero luego salió el libro Los narcisos. Más parecía una novela y creo [los alumnos] te leyeron más”. Era un ensayo sobre la mentalidad de los jóvenes. Recuerdo que, cuando salió ese librito, los alumnos de Barcelona me trajeron a clase un ramo de narcisos. Me sonrojé. A mi antiguo alumno le gustaría saber que he seguido escribiendo informes sociológicos llenos de numericos, pero también ensayos literarios y últimamente cuentos y novelas. Una cosa no quita la otra. Adelanto la última novela: Nuestro mundo no es de este reino (Algaida). Es una mezcla de amor, misticismo y sociología de andar por casa. Tengo entregadas algunas novelas en donde trato los conflictos domésticos, incluida la manoseada “violencia de género”. Sorprenderá a los individuos que tratan de quemarme en la hoguera por sexista, machista y otras iniquidades. ¡Jesús, qué cruz!
 
José Luis Iglesias, muy amable, dice que echa de menos mis artículos en ABC. La verdad es que los escribí con gusto en la última época de Anson. Luego me despidieron “por falta de papel”. Era un eufemismo para no confesar lo inconfesable. Algún día contaré la historia. Por una razón parecida y en la misma tacada salió despedido Federico Jiménez Losantos. No era la primera vez que nos echaban a los dos de un mismo lugar. Ahora don Federico escribe enEl Mundoy yo enLa Razón; ambos enLibertad Digital.

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