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Amando de Miguel

Dichos y redichos

Manuel Herrera Jerez anda intrigado con la expresión “alma de cántaro”. Él la interpreta como una derivación de “alma cándida” y quizá de “alma de cátaro”, en el sentido de lo puro o purificado. A mi modo de ver son cosas algo distintas. El “alma cándida” traduce un espíritu candoroso, sin malicia. Cándido es tanto como decir blanco, puro. De ahí, candidato. Pero el alma de cántaro es más bien un dicterio, una forma de señalar a una persona como pasmada, bobalicona. Está ya en el Tesoro de Covarrubias (1611). Es un individuo “vacío de entendimiento”, una mezcla de bobo y de ignorante. Para Cervantes el “alma de cántaro” es una persona simple, algo tonta. El “alma de cántaro” alude al hueco que muestra un cántaro vacío. Uno se imagina que el cerebro de una persona tonta es como un cántaro vacío. Me parece que los “cátaros” poco tienen que ver con esa idea. Esa etiqueta de una extraña secta medieval procede de katharós (= limpio). De todas formas, debe recordarse que las lucubraciones etimológicas suelen ser poco precisas, nada exactas, para irritación de algunos filólogos cientificistas.
 
El amigo Puesquiensabe me pregunta por el sentido de la frase “la ocasión la pintan calva”. Es muy sencillo. Tiene que ver con esta otra “coger la ocasión por los pelos” o figuras parecidas. Los romanos pintaban la diosa Ocasión con un cuerpo desnudo y una larga cabellera, pero rasurada por el cogote. La diosa tenía alas e iba montada sobre una rueda. Era fácil entender que se trataba de una figura móvil, veloz. Había que cogerla por la cabellera, pero, si se desasía, entonces ya no había más oportunidad de asirla por el cogote rasurado, la parte calva. Es claro el símbolo. La ocasión resulta escurridiza. La hipérbole de que “la pintan calva” (lo cual no es exacto) indica que no hay forma de aprovecharse de su paso efímero.
 
El misterioso Puesquiensabe anda intrigado con otra frase: “despedirse a la francesa”. Equivale a separarse de otras personas a la chita callando. Se supone que los franceses consideran de buena educación no despedirse formalmente de un grupo o reunión. Al no decir “adiós” se indica que hay propósito de volver. Pero los franceses entienden que ese gesto no es de buena educación; tanto es así que en Francia lo tildan de “despedirse a la inglesa”. Al final, se trata de una reafirmación de nacionalismo lingüístico, como hay tantas.
 
Dice nuestro anónimo comunicante que la expresión “batirse en retirada” le parece una gran cobardía. No tanto, creo yo. Si un ejército ordena retirada es porque se trata de un mal menor. En ese caso la acción debe hacerse con orden, tratando de hostigar al enemigo, manteniendo una estudiada resistencia. Eso es “batirse en retirada”, una táctica muy racional.
 
Javier Esteve Pradera (Madrid) discute la idoneidad del dicho “después de la tempestad viene la calma”. Su experiencia de navegar en alta mar le dice que “una tempestad deja tras de sí: desorden, averías, destrozos en el barco y, por si fuera poco, un fuerte oleaje y mar de fondo que […] causa mareas y malestar hasta en los más avezados hombres de mar”. Mi opinión es que la frase hecha transmite simplemente el carácter cíclico que suelen tener los sucesos humanos. Al infortunio sucede la bonanza y luego otra vez una nueva crisis. Los dichos populares solo pretenden reconocer la vida humana, la experiencia. Con todo, la observación de don Javier resulta muy útil, sobre todo para pesimistas, que es el tipo humano más frecuente.
 
Julio Tejedor (Madrid) se pregunta por la significación de la frase “me da lo mismo”, que expresa suma indiferencia. Él, como ingeniero, recuerda que en los exámenes, el estudiante que decía “me da lo mismo”, quería indicar que coincidía con la solución que le daba a otro compañero. Ambos sentidos me parecen compatibles. “Mismo” es tanto como igual o semejante. Pero uno puede decir que “le da lo mismo” para señalar que no va a seguir indagando más, que la cosa le es indiferente.
 
Miguel Ángel Taboada (Castellar de la Frontera, Cádiz) me pregunta por la corrección de la frasecita “¡Va a ser que sí!” que tanto se prodiga en la COPE. En la COPE y en otros medios, digo yo. Simplemente es una expresión de moda. Por tanto, presiento que va a ser efímera. Ha ocurrido otras veces. ¿Quién dice hoy lo de “¡Es la monda!”? Antaño lo repetía todo el mundo a la menor ocasión para indicar que algo era sorprendente, chocante, divertido. Don Miguel aprovecha el comentario para echarnos una regañina a los de la COPE por pronunciar tan mal los nombres extranjeros. Hay que ser benévolos sobre el particular. No hay una regla única para pronunciar los nombres extranjeros, entre otras razones, porque hay sonidos impronunciables para un aparato fonador español. Puede resultar afectado el intento de reproducir esos sonidos. Lo mejor es dejarse llevar por la costumbre, la convención. New York suena muy bien como “Nueva Yor”.

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