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Juan Carlos Girauta

Es lo mismo, pero con birrete

¿Se puede rendir homenaje al español vivo con más muertos en su conciencia? No parece adecuado, pero sí, se puede: por su conducta en la Transición, no por su papel durante la guerra, cuando era un peón de Stalin

Lo de Carrillo desprestigia a la Autónoma de Madrid, se pongan como se pongan los calamares gigantes del socialismo español, que vuelven a arrojar su copiosa tinta para hacer la oscuridad. En cuanto a los comunistas, no es que carezcan de mala intención, pero lo que se dice tinta, poca les queda. Su demagogia apenas contribuye a la confusión fetén, marca PSOE.
 
Sostienen que la dialéctica de los vencedores y los vencidos la resucita el Partido Popular. Hay que amar la mentira para afirmar tal cosa justo cuando Rodríguez se declara rojo, en plena orgía necrófila (y parcial) y después de que el Alto Nosequé de las víctimas del terrorismo dividiera al país en buenos y malos, siendo los primeros Carrillo y sus amigos. Hazaña que se hizo coincidir con el descabalgamiento simbólico de Franco. Los bandos, pues, los ponen ellos donde ya no los había. Estando Carrillo con los buenos de Peces Barba, es forzoso estar con los malos. Qué le vamos a hacer.
 
Sin la tinta socialista se verían mejor todas las verdades, no sólo la primera: Carrillo contribuyó, y mucho, a la reconciliación de la Transición sumándose a la reforma política de Suárez. Comprendió el momento que atravesaba España, la oportunidad histórica. Segunda verdad: Carrillo había sido responsable de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid en el noviembre atroz del 36, cuando cinco mil personas fueron transportadas a Paracuellos del Jarama en camiones y autocares oficiales para ser fusiladas. Procesión de inocentes que ha de poblar sus pesadillas. Nadie informado puede discutir de buena fe su implicación tras la desclasificación de los documentos del KGB. Dimitrov y Stepanov son claros al respecto. Cabe, a lo sumo, sumergirse en la abyección y “comprenderlo”, como hace un conocido hispanista. No negarlo.
 
¿Se puede rendir homenaje al español vivo con más muertos en su conciencia? No parece adecuado, pero sí, se puede: por su conducta en la Transición, no por su papel durante la guerra, cuando era un peón de Stalin que extendía el terror y llenaba de ignominia a esa República con la que se han llenado la boca tantos enemigos de la libertad. Esto no convierte en demócratas a sus enemigos, pero algún día habrá que abandonar la patraña de que el Frente Popular –sin distingos– luchaba por la libertad: el responsable de las matanzas de Paracuellos, por ejemplo, ha afirmado en la Autónoma que toda su vida ha alentado el sueño de “hacer una España y un mundo más justo, más igualitario, más pacífico y más libre”. ¿Llenando las fosas de hombres, mujeres, ancianos y niños por ser católicos? No esperen que todo el mundo aplauda.

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