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Juan Manuel Rodríguez

El "grano manacorí" de Roger Federer

En el Madrid Arena simplemente asistimos a un milagro, puesto que la tendinitis era exactamente la misma y su rodilla se encontraba igual de maltrecha. Lissavetzky, toma nota. Y pon a trabajar cuanto antes a los detectives del Consejo

Supongo que Jaime Lissavetzky habrá empleado a todos los detectives del Consejo Superior de Deportes en el seguimiento intensivo de Rafael Nadal, deportista español a quien tendríamos que ir pensando en otorgar cuanto antes uno de los codiciadísimos premios Príncipes de Asturias. Existe, eso sí, una ventaja añadida en lo que a Rafa se refiere, y es que a nuestro universal tenista no habría que seguirle el rastro desde pequeño puesto que pequeño, no de tamaño físico pero sí de edad biológica, continúa siendo aún hoy Nadal a pesar de las innumerables gestas deportivas que viene protagonizando de un tiempo a esta parte.
 
A imagen y semejanza de Victorio, aquel temible jefe apache que, tras quedarse sin municiones durante la sangrienta Batalla de Tres Castillos, optó finalmente por quitarse la vida con su propio cuchillo, tampoco existen términos medios en el tenis de este invencible comanche manacorí. Sé muy bien cómo acabó la historia del Masters Series de Madrid-2005, pero, uno u otro resultado, victoria o derrota, arriba o abajo, habría resultado exactamente igual a la hora de escribir este artículo. Porque Nadal nunca se rinde. Nadal jamás retrocede. Nadal muere con las "Nike" puestas o simplemente opta por no saltar a la pista. Nadal sufre y, con la exhibición de ese sufrimiento, termina por implicarte a la fuerza en el relato de una trayectoria deportiva forjada con la misma rabia contenida que alborotaba a aquellos viejos jefes indios.
 
El rival de Rafa en Madrid fue Ivan Ljubicic, un bosnio de aires distantes, demoledor servicio y aspecto de profesor de Harvard que, curiosamente, acaba de clasificar a Croacia, su país adoptivo, para la primera final de la Copa Davis. Dos formas distintas de entender el mismo deporte. Nadal, quien antes del Masters Series español sólo había perdido una de las once finales disputadas a lo largo de 2005, se ha convertido en el único adversario peligroso para Roger Federer, uno de los tenistas más completos de toda la historia. Al suizo le ha salido un grano complicado con este chaval que no para de luchar, saltar, levantar el puño y golpearse el pecho. Y lo mejor con Nadal es que el marcador final siempre dará igual. El lunes viajará a Suiza para borrarse de un torneo en el que no puede jugar debido a una tendinitis aguda en su rodilla izquierda. En el Madrid Arena simplemente asistimos a un milagro, puesto que la tendinitis era exactamente la misma y su rodilla se encontraba igual de maltrecha. Lissavetzky, toma nota. Y pon a trabajar cuanto antes a los detectives del Consejo.

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