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Víctor Llano

Un manual para el futuro

Lástima que los rehenes de Castro no pudieran escuchar a Recarte y a Sanguinetty. Les hubiera ayudado a entender por qué nadie les va a regalar el porvenir y por qué es muy difícil recuperar aquello que se pierde

El jueves 20 de octubre Alberto Recarte presentó en Madrid el último trabajo de Jorge A. Sanguinetty. Tanto Recarte como el autor se refirieron al texto como un manual que pretende “elevar el nivel de comprensión de los muchísimos problemas que tendrán que enfrentar los responsables de una futura transición en una isla que vive bajo un disfraz de socialismo”. En “Cuba: Realidad y Destino. Presente y Futuro de la Economía y la Sociedad Cubana”, el economista cubano asegura que las víctimas del castrismo -ocupadas en entender qué pasó y en sobrevivir- no están preparadas para reflexionar y decidir sobre un futuro que por mucho más que se demore no tardará en llegar. Se equivocan los cubanos si confían en que alguien solucionará por ellos lo que sólo a ellos les corresponde solucionar. Nadie les regalará nada. Tal vez les ayuden a ayudarse a sí mismos, pero no es mucho más lo que pueden esperar. Les resultará muy difícil corregir “los logros de la robolución”. Sólo desde la libertad, el estado de derecho, el libre mercado, el sacrificio, la paciencia y el ahorro, podrán escapar de la miseria provocada por un régimen que consiguió empobrecerlos hasta el extremo con intención de que no pudieran pensar en nada que no sea resolver para sobrevivir.
 
Como recordó Alberto Recarte, “el éxito de las transiciones depende de procesos muy complejos que fracasan si no se hacen bien las reformas económicas, jurídicas y sociales”. Aunque sean muchos los exiliados que rechacen todo lo que les suene a “reformas”, han de ser concientes de que a pesar de que en Cuba no existe casi nada sobre lo que construir, intentar partir de cero puede ayudar a que se multipliquen el hambre y la desconfianza que responden únicamente al “sálvese quien pueda”. A los cubanos no les quedará más remedio que ir juntos y despacito. Y no les resultará fácil. Se han acostumbrado a robar a un ladrón, a no trabajar y a vivir en la trampa. Las tiranías de izquierdas hacen mucho daño a los que las sufren. Daños que no sólo afectan a su libertad y a su economía, también a sus principios y a sus valores.
 
Es cierto que la disidencia interna que sobreviva a la barbarie puede ayudar a que se reconstruya una sociedad civil, pero nadie puede exigirle que esté suficientemente informada para elegir el camino adecuado. A los disidentes no se les puede pedir mucho más de lo que hacen. Bastante tienen con intentar sobrevivir entre los perros del amo, fascistas que con el apoyo de la policía y del ejército les golpean, apedrean y amenazan con intención de que no olviden quien tiene la llave de la prisión grande. Además, como muy bien reseñó el presidente de Libertad Digital, entre los disidentes hay de todo. Aunque cueste creerlo después de tanto fracaso, algunos de ellos se confiesan socialistas, socialdemócratas o social-cristianos, y defienden modelos económicos que han fracasado en todos los países en los que se han adoptado. Quizás me falte información, pero junto al del preso Óscar Elías Biscet, los únicos grupos importantes de la disidencia interna que se declaran abiertamente liberales son el que dirige la economista Martha Beatriz Roque y la Unión Liberal Cubana. Los demás están en otra cosa. Incluso valoran positivamente algunos aspectos de la brutal intervención estatal que les ha llevado a la ruina.
 
Lástima que los rehenes de Castro no pudieran escuchar a Recarte y a Sanguinetty. Les hubiera ayudado a entender por qué nadie les va a regalar el porvenir y por qué es muy difícil recuperar aquello que se pierde. Más cuando para recuperarlo se necesita de unos principios y hábitos que también -y para sobrevivir- se perdieron. En cualquier caso, y, por mucho que sea el esfuerzo y el sacrificio que tengan que asumir los cubanos, más pronto que tarde la biología les ayudará a resolver lo que por desgracia para todos nadie resolvió. Quiera Dios que entonces acierten al escoger a sus consejeros. Sanguinetty parece dispuesto. Tanto a él como a Alberto Recarte les sobra talento, experiencia y buena voluntad. Ojalá algún día les escuchen atentos los que en Cuba puedan decidir qué camino iniciar. Por mucho que lo disfracen -incluso en libertad- más de lo mismo o cualquier otro sucedáneo solo servirá para extender la desesperanza y animar a nuevos coma-andantes.
 
Jorge A. Sanguinetty“Cuba: Realidad y Destino. (Presente y Futuro de la Economía y la Sociedad Cubana)”. Colección Cuba y sus Jueces. Ediciones Universal. Miami, Florida, 2005

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