No es un minipimer, ni un desatascador, ni las tres en raya, ni –muchísimo menos– la Santísima Trinidad. Es, adivínelo el avisado lector, la hipóstasis perfecta de Bertoldo, Bertoldino y Cacáseno, aquella dinastía –saga, dirían nuestro héroe y su gavilla de grandes extrátegas– especializada en asar la manteca, en atesorar agua en zaranda o en proteger del gavilán a los polluelos atando a todos por una pata en la misma cuerda para que, de tal suerte, al tirar de uno saliese volando la ristra completa; y previo encierro de la gallina para evitarle la nefasta idea de defender a sus hijos peleando con el captor asesino. Una familia de listos.
El paisano modesto y ya muy molesto, tal vez se pregunte si nuestro Tres-en-Uno en los ratos en que no lee las obras completas de Suso de Toro (Guía de perplejos para asuntos internos) o Táriq Ramadán (alimento espiritual para el exterior y muy acorde con alguien que se dice rojo, feminista y justiciero) no se estará empapuzando bien de la sagaz filosofía de aquella familia tan bien retratada en el acervo popular italiano. Y en verdad que los actos del personaje no permiten mucho margen para la duda: ¡patarata, perder los pollitos de uno en uno! Si Cataluña, Vascongadas, Ceuta y Melilla y, con un poco de suerte, hasta Canarias pueden salir volando al unísono, ¿por qué conformarse con menos? Si ya cayó el crédito internacional por la fuga de Irak y por la nula defensa de nuestros intereses en Europa, fuerza es proseguir la obra para que llegue a buen término, encerrando a la gallina peleona (el PP) entre aislamientos y bloqueos institucionales e informativos. Bien es cierto que ciudadanos díscolos y rezongones comentan que Tres-en-Uno como rojo es un poco raro, por andar promoviendo el abaratamiento del despido de forma drástica y como feminista tampoco tiene precio, al dar tanta cancha y gastar tantas pesetitas para islamistas que jamás se apearán de exigir el velo a las mujeres (y muchas cosas más), ni nunca dejarán de despreciar a quienes nos ponemos ciegos de chorizos y morcillas. A no ser que el libreto táctico exija otra cosa.
Nimbado de simposios, jornadas y foros encaminados a entonar ditirambos mil a la Alianza de Civilizaciones, el seráfico rostro de Tres-en-Uno, con su eterna sonrisa Netol, quedará transido de pena-de-la-buena por el montaje de Calderón –un precursor de la Alianza de Civilizaciones, aseguran los fautores– que prepara la Compañía Nacional de Teatro Clásico. O por cualquier otra parvada. Y la coba que no falte: en los próximos días volverán a descubrir la exquisita armonía de la convivencia en el al-Andalus de las Tres Culturas, reina siempre tan cachonda como virgen, jugada infalible, jipío seguro en el tablero de ajedrez de la Alianza de Civilizaciones; los pelotas del coro –caso de saberlo y alguno puede que sí- tendrán buen cuidado de no explicar a Tres-en-Uno qué significan en árabe palabras como kitmán o taqiya o, si nos ponemos bordes aunque no exhaustivos, takfír, wáli o kufr, no vaya a ser que hasta la hipóstasis de Cacáseno empiece a recelar y se acabe la función antes de comenzar y cerrar la caja.