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Cristina Losada

¿No pasarán? Los de ETA, pasan

La Universidad española, calla, luego otorga, y el lodo la salpica. Los de ETA pasan, y los estudiantes del “no pasarán”, me dejo de fantasías, los reciben con alfombra roja.

En una crónica sobre lo de Carrillo se decía que los estudiantes que repelían a los que fueron a reventar el acto entonaban el “no pasarán”. Tal vez era una licencia que se permitía el cronista, y más vale que lo fuera, pues cuando el canto aquel figuró en el hit-parade, no sólo hubo guerra, sino que además pasaron. Pero en la investidura del viejo estalinista con el honoris causa, sus defensores poco tenían que temer. Los saboteadores no eran muchos y la policía hizo su papel. Al contrario que en los actos que en otras universidades han sido boicoteados por la otra mitad de la naranja totalitaria. Ahí tuvieron que arreglárselas sin la protección de la autoridad académica y de la fuerza pública. Pues, en España, la libertad de expresión viene siendo un derecho selectivo. Si Lenin le espetó a Largo Caballero: libertad, ¿para qué?, aquí la apostilla es: ¿para quién?
 
En Italia, donde los fascistas tenían peso electoral, un escritor concluyó que, bien mirado, había dos clases de fachas: los fascistas y los antifascistas. Hace mucho que aquí abunda más la segunda de estas especies. Pero no pueden vivir los unos sin los otros, y los fachas-antifachas magnifican lo que pueden el ruido de los fachas-fachas. Carrillo los llama falangistas, porque lo de facha, de tanto uso, ha perdido fuerza. Y porque se ha olvidado –alguna que otra laguna tiene en la memoria– de que en España vimos cómo se cambiaban las camisas azules por las rosáceas, tras el biombo de la Transición, muchos de los que ahora se pavonean con las rojas. Siervos de la moda, en fin, que no compran en el Todo a cien.
 
En la Universidad, a finales del franquismo, apenas quedaban fachas en el estudiantado, pero los que éramos de alguna secta comunista, menos los del PCE, que entonces predicaban la reconciliación, andábamos a su busca y captura, porque eso nos servía para dar un escarmiento. O sea, para que el resto supiera a qué atenerse. Pero voy a suponer que los estudiantes que defendían el honoris de Carrillo no son tan bestias como éramos nosotros, y que se sienten llamados a proteger la libertad allí donde se pisotea. Por ejemplo, en la Universidad del País Vasco.
 
Los totalitarios que campan en la UPV ya han conseguido que se exilien muchas de sus víctimas. Y que no pocos jóvenes vascos deseen irse con su talento a otra parte. Más motivo si cabe para apoyar a quienes resisten. Como Gotzone Mora, cuyas clases no sólo boicotean; también intentan agredirla. Y sólo porque no piensa igual, que es como decir porque piensa. Bueno, no digo yo que vayan allí, porque no es lo mismo cantarle el “no pasarán” a un grupillo de violentos que la policía reduce, que enfrentarse a los amigos de la ETA. Pero podían dar alguna muestra de vida inteligente. Pues los de ETA, además de imponer su dictadura, están sacando títulos por la cara, que en su caso es por las armas. Y la autoridad no persigue ese fraude, sino a quienes lo denuncian.
 
La comunidad universitaria española mantiene silencio ante esta claudicación y complicidad con el terrorismo de uno de sus miembros. El caso hunde en el lodo el prestigio de la UPV y de sus títulos. ¿Creen que no se sabrá que allí regalan licenciaturas a los asesinos políticos? Y quienes lo permiten, ¿creen acaso que cuando ocupen la institución esos titulados, los dejarán en paz en recompensa? Ilusos. La Uni será para los camisas pardas de arete en la oreja. La Universidad española, calla, luego otorga, y el lodo la salpica. Los de ETA pasan, y los estudiantes del “no pasarán”, me dejo de fantasías, los reciben con alfombra roja.

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