Cuando el presidente de Telefónica, César Alierta, dijo que quería convertir a la compañía española en la operadora integrada mejor y más grande del mundo, sus palabras sonaron, en cierto modo, grandilocuentes. Pero hoy parece que puede conseguirlo.
Desde que Alierta manifestó sus intenciones, Telefónica ha llevado a cabo dos grandes operaciones –las adquisiciones de los activos de Bell South en Latinoamérica y la compra de Cesky Telecom.–, ha entrado con fuerza en China y ahora acaba de anunciar una nueva operación, la adquisición de la británica O2, en una jugada en la que, por ahora, ha ganado por la mano a la holandesa KPN y a la todopoderosa Deutsche Telekom alemana. En medio del puente de Todos los Santos, la operadora española ha anunciado la presentación de una OPA sobre el cien por cien del capital de la compañía británica, que cuenta con una fuerte presencia en el Reino Unido y Alemania.
Desde el punto de vista estratégico, la operación, si llega a buen fin, pues la última palabra, como siempre, la tienen los accionistas y en el mercado no se descarta la posibilidad de que los alemanes presenten una contraoferta, es interesante. A través de ella, Telefónica podrá entrar en dos de los mercados más importantes de Europa, el británico y el alemán, con peso específico de sobra para ser uno de los principales competidores en ellos. En el caso alemán, además, la operación podría permitir a Telefónica rentabilizar la licencia de telefonía de tercera generación que adquirió a principios de esta década.
Además, la adquisición de O2 permite a Telefónica diversificar y equilibrar sus inversiones, tanto desde el punto de vista geográfico como del de líneas de negocio. Hoy por hoy, las operaciones internacionales de la compañía se concentran, sobre todo, en Latinoamérica, un área con mucho potencial de desarrollo pero también con más riesgos que otras zonas del mundo, como Estados Unidos o la propia Unión Europea. La compra de O2, en este sentido, permite equilibrar los riesgos de Telefónica ya que opera en países mucho más estables que los que se encuentran al sur del río Grande. En los negocios de Telefónica, asimismo, todavía tiene mucho peso la telefonía fija, que representa actualmente el 59% de los beneficios de Telefónica, cuando es una línea de negocio con un potencial de crecimiento muy limitado. Al añadir los negocios de O2, el peso de la telefonía fija cae hasta el 49% y supondrá el 43% en 2008, dando más peso a la telefonía móvil, cuyo potencial de crecimiento y desarrollo es muy superior.
La operación, sin embargo, suscita una duda: si Telefónica no va a pagar muy caras las acciones de O2 y si la operación, al final, tendrá repercusiones negativas para los accionistas. La duda es lógica, sobre todo si tenemos en cuenta el pasado reciente del sector mundial de las telecomunicaciones, que pago cantidades multimillonarias y se endeudó hasta las cejas para adquirir licencias de una prometedora telefonía de tercera generación, la UMTS, que, por ahora, dista mucho de ser esa panacea que parecía a principios de la década. Pero todo dependerá de cómo se hagan las cosas. Por ahora, Alierta ha dicho que la operación no variará la política de retribución al accionista mediante dividendos y recompra de acciones porque se financiará en su totalidad con deuda, cosa que Telefónica es de las pocas operadoras del mundo que hoy se puede permitir gracias a la política de saneamiento que llevó a cabo Alierta desde 2002. Deutsche Telekom, desde luego, no puede decir lo mismo.