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Pío Moa

Incitación al asesinato y asfixia de la libertad

Necesitan extender a toda España el oasis de corrupción y granhermanismo de Cataluña. De ahí las campañas en curso, la siembra del odio acusando cínicamente de hacerlo a quienes protestan

Las “acusaciones” de Carrillo a Vidal y a mí son, evidentemente, puras calumnias de una mente formada en el espíritu de la checa. Se trata de calumnias evidentes, no porque yo lo diga, sino porque, como deduce cualquier persona con sentido común, después de trece años en que la izquierda fue dueña del ministerio del Interior, Carrillo debería poder probar documentalmente su “acusación” si la misma tuviera el menor atisbo de realidad. Quien quiera hacerse una idea puede leer las páginas al respecto del socialista Barrionuevo en sus memorias sobre su paso por dicho ministerio.
 
Pero el asunto tiene mucha mayor gravedad. Se trata de una campaña que también está implicado “Mienmano”, el aspirante a enterrador de Montesquieu, Alfonso Guerra, y otros personajes de esa catadura, como ya indiqué en otra ocasión. Esas calumnias constituyen un auténtica incitación al asesinato, y a esos extremos estamos llegando. En sus buenos tiempos Carrillo hizo asesinar a varios comunistas que le hacían sombra, o así lo creía él, acusándoles de confidentes sin la menor prueba. Cierto, él no parece estar hoy en condiciones de enviar a sus camaradas a cumplir la faena con Vidal y conmigo, pero, lo mismo que Guerra y compañía, saben bien que sigue habiendo terroristas y fanáticos capaces de orientarse por sus canallescas declaraciones para hacer “justicia”. Es más, tales declaraciones contribuyen a fomentar el fanatismo y la violencia. No hay la menor inocencia o error en sus palabras. De vez en cuando navego por la red y me quedo pasmado del odio que rezuman los comentarios de numerosos sujetos, los cuales, por lo general, no han leído los libros de Vidal o los míos, pero alimentan sus débiles mentes con las ideúchas suministradas por los demagogos de turno.
 
Así, van extendiendo por todo el país el clima de chivateo y provocación que ha llevado a las Vascongadas a la situación en que se hallan. Durante estos días he estado esperando en la prensa o los políticos autodenominados progresistas una condena a las incitaciones carrillescas o al menos una simple aclaración sobre sus implicaciones. Ni una sola palabra. Han difundido masivamente como “acusaciones”, sin más, las palabras del doctor horroris causa, héroe de Paracuellos. También como en las Vascongadas: esa sucia complicidad que alienta el horror.
 
No son salidas de tono. Tienen estrecha relación con el plan de balcanizar España, expuesto sin el menor disimulo por los terroristas y por los separatistas, y llevado adelante con el amparo y colaboración del Iluminado de la Moncloa. La calumnia (como vemos, es una de sus especialidades) a Aznar de ser un Milosevic contiene un doble error, pues ni Aznar es Milosevic ni mucho menos España es Yugoslavia, pero pone bien al descubierto lo que a veces intentan disimular: su propósito balcanizante.
 
Ese propósito, no obstante, no podrán llevarlo a cabo si no asfixian la libertad de expresión y el derecho de réplica, si no acallan las voces discrepantes, en primer lugar la COPE y, ante todo, a Federico Jiménez Losantos y a César Vidal. Necesitan extender a toda España el oasis de corrupción ygranhermanismode Cataluña. De ahí las campañas en curso, la siembra del odio acusando cínicamente de hacerlo a quienes protestan. Está en marcha la destrucción premeditada y sistemática de la convivencia democrática conseguida en la Transición; está en marcha una Segunda Transición, desde la democracia a la demagogia y al desmembramiento del país; está en marcha una especie de nuevo Frente Popular, casualmente compuesto por los mismos que encendieron la guerra civil en los años 30: los socialistas y ERC y otros grupos separatistas, más los terroristas y los comunistas. En el libro1936. El ataque final a la Repúblicahe expuesto cómo la guerra no provino en realidad, o no principalmente, del proceso revolucionario: un gobierno legítimo, decidido a cumplir y hacer cumplir la ley lo hubiera sofocado sin excesiva dificultad. Provino ante todo de la colaboración en ese proceso y de la vulneración sistemática de las reglas del juego por parte de unos gobiernos tan enloquecidos como el de ahora. Pues es una marcha auténticamente enloquecida la emprendida por estos iluminados, y urge pararla cuando todavía es tiempo. La defensa de la democracia y la unidad de España exige la contribución de todos los ciudadanos sensatos y amantes de la libertad. No es momento de quejas y lamentaciones: esas ya llegarán con excesiva abundancia y remordimiento si no sabemos ahora cumplir ahora nuestro deber. Todos debemos movilizarnos para impedir un nuevo desastre de nuestra convivencia y cerrar el paso a la siniestra alianza de terroristas, separatistas y demagogos.

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