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Pablo Molina

El concilio de los impostores

el miércoles comenzó el concilio ecuménico para reformar la teología democrática y condenar los excesos demoliberales de la pretendida nación española, que acabará en cisma

Lo he consultado en varias fuentes y estoy en condiciones de afirmar que lo que se debatió el miércoles en el Congreso, no fue el suplicatorio del diputado Rajoy para ser juzgado por crímenes horrendos, sino la toma en consideración del proyecto de reforma del estatuto de la (todavía) Comunidad Autónoma Catalana.
 
Incapaces de defender un instrumento jurídico que vulnera el orden constitucional y socava los principios básicos de nuestro sistema de convivencia, las fuerzas implicadas –todas menos el Partido Popular– convirtieron la sesión parlamentaria en un auto de fe contra el representante del único partido que mantiene el decoro institucional. También el de todos ellos.
 
A pesar de su concepto utilitarista de las instituciones, la conciencia de la propia villanía debe estar martirizando severamente a la izquierda, la separatista y la del Kerensky de León. De ahí que se manifiesten con tanta saña contra quien se atreve a defender, en el parlamento o en los medios de comunicación, las cuestiones fundamentales que sustentan un régimen de libertades.
 
Ver al representante del partido que organizó, instigó y apoyó durante dos años la mayor oleada de violencia callejera que se conoce contra el gobierno legítimo de la nación, acusar al mismo partido de crispar la sociedad por no someterse al diktat separatista, no es un sarcasmo, es una infamia; forraje para un electorado mentalmente infantilizado, pues al parecer ese es el respeto que el votante socialista le merece al portavoz del gobierno de los GAL y de FILESA. Lo mismo cabe decir del portavoz del partido independentista catalán, que para mayor ignominia sigue conservando las mismas siglas que cuando organizaban golpes de estado en los pasados años treinta, dando lecciones de legitimidad democrática y lanzando acusaciones de fascismo a diestra y a diestra.
 
Porque lo del miércoles pasado no fue una sesión parlamentaria, sino un concilio con ZP en el papel de Camarlengo. A Durán Lleida, el seductor de la melondra refulgente, le tocó el papel de prefecto de la congregación para la doctrina de la fe democrática, para sancionar la dimensión herética de la Conferencia Episcopal Española por su condescendencia hacia la libertad de expresión de sus empleados, herejía demoliberal felizmente extirpada de Cataluña tras veinticinco años de ortodoxia convergente. El representante de la congregación vasca actuó como confesor, con un mensaje sobre las bondades del separatismo que sin duda reconfortó espiritualmente a los hermanos catalanes allí presentes. El padre conciliar representante de la extrema izquierda ecologista, aprovechó su turno para ilustrarnos sobre lo elevado de sus lecturas citando a Suso de Toro, una autoridad en exégesis constitucionalista y mentor del señor ese que sonríe tanto. Su compañero comunista de aquende el Ebro no quiso ser menos y trajo a colación el pensamiento de Blas Piñar (los extremos se tocan, se tocan) y además introdujo en el discurso el latinajo “sic”, sin duda para mortificar a la ministra de Cultura. El prelado del BNG, por su parte, se adentró en el terreno de la patrística, invocando a Marx y Castelao al alimón, para proclamar el dogma sacratísimo de la existencia milenaria de una patria galega, oprimida desde el fascismo primigenio de Isabel la Católica.
 
En fin, el miércoles comenzó el concilio ecuménico para reformar la teología democrática y condenar los excesos demoliberales de la pretendida nación española, que acabará en cisma, aunque los expulsados por heterodoxos representen a la mitad del cuerpo místico electoral.
 
Será muy interesante estudiar los documentos finales del sínodo. Excelente material para una tesis sobre nuevas formas de Golpe de Estado.

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