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Amando de Miguel

Asturias, punto final

Sobre la cuestión asturiana he recibido centenares de emilios. Predominan los resentidos, injuriosos y viscerales. En medio de esa balumba lastimera, destacan algunos comentarios con excelente sentido del humor. Por ejemplo, el de Serafín Fanjul, asturiano de origen, quien clama contra los “robaperas semianalfabetos” dispuestos a “trincar un sueldo” por introducir el habla local en la escritura oficial. Para desengrasar un poco, don Serafín nos entretiene un poco con esta coplilla popular:
 
Me regalasti un quesu
en señal de matrimoniu,
el matrimonio fue nulu,
méteti ‘l quesu pe’l culu.
 
Espero que nadie se tome a mal la coplilla. De ese tipo escatológico en castellano hay a miles.
 
A propósito del bable o como quiera llamarse, me parece muy sensata la idea de José Quevedo de que conviene ayudar a que no se pierda, pero sin tratar de oficializarlo con una lengua artificial. A don José le parece contraproducente “forzar su uso” y, todavía peor, “reinventarlo”. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo respecto a algo tan sensato?
 
La clave del enigma está en lo que descubre José Mª Navia-Osorio. “Por desgracia en Asturias estamos empezando a caer en la mentecatez de pretender hacer del bable –lo llaman asturiano– lengua oficial. La idea tiene seguidores porque así se quiere evitar que las plazas de funcionario sean obtenidas por personas no asturianas que no tengan un certificado de aptitud idiomática. Si semejante idea prospera, en Asturias seremos cada vez más brutos –si es posible– porque impediremos que venga gente de otras partes de España”. El argumento es tan impecable que se podría aplicar a otras regiones (naciones, territorios, comunidades, nacionalidades; táchese lo que no proceda) de España.
 
No entro a comentar las docenas de emilios en los que se me critica, con iracundia, que haya aceptado la historia del prau qu’atrapa como traducción al bable de “campo magnético”. Tengo buenos amigos asturianos, con gran sentido del humor, que comentan risueños esa broma del prau qu’atrapa. Todo el mundo sabe que se trata de una eutrapelia. Nadie tiene que ofenderse. Una vez más, esto de las lenguas propias (minoritarias, regionales, vernáculas; táchese lo que no corresponda) genera un resentimiento acerbo que no puede ser bueno para el cuerpo.
 
Víctor Domínguez (Manchester, Inglaterra, asturiano) aporta el dato de que la tradición escrita del asturiano empezó con la hermana de Jovellanos. “Hasta la transición [democrática] no hubo más escritura en asturiano”. Añade que su abuela, de Avilés, no entendería nada de lo que hablan los académicos del “haxturbatúa”.
 
Jesús Sarmiento me informa que una ley de 1998 (gobernando el PP en Asturias) define la lengua propia de Asturias como “bable/asturiano”, así, con la barrita de la ambigüedad. Encima la citada ley extiende la protección del “bable/asturiano” al “gallego/asturiano” en las zonas de Asturias que correspondan. Don Jesús concluye que en su tierra no tienen una lengua propia sino tres. La citada ley “establece que habrá un órgano de traducción que pase del castellano a nuestra lengua tradicional todo documento oficial”. Las empresas que utilicen el bable/asturiano en su publicidad y demás recibirán oportunas subvenciones. Ahí le duele.
 
Un asturiano me pide el anonimato “para evitar que este mensaje sea mi obra póstuma”. Razona que esto de la lengua asturiana ha servido para que “algunos exaltados” obtengan la “notoriedad” que nunca habrían obtenido sin esa disculpa. Por eso han inventado lo de “la Nazión Asturiana” con zeta. Don Fernando entiende que el bable es simplemente una lengua rural y oral.
 
Juan Llamas (asturiano) es todavía más directo. “Detrás de todo [esto de la lengua asturiana] está el poder y el dinero que implica la cooficialidad y de la que muchos quieren sacar tajada, aderezada de papanatismo”.
 
Pablo Malo, sin asomo de ironía, asegura que le “sorprende que los asturianos no hayan pedido que el asturiano sea también lengua de la Comunidad Europea. Creo que tienen derecho como cualquiera”. Le sorprende igualmente que no haya en Asturias un partido nacionalista fuerte que pida su propio Estatuto, ya que [los asturianos] tienen tanta historia, parafernalia y hechos diferenciales como el que más”. Imagino que todo se andará.
 
Otro asturiano, PBL, de Gijón, me da ánimos para aguantar los denuestos de sus paisanos más acalorados. Lo más admirables es que me da ánimos, “aunque no siempre está de acuerdo” conmigo. Me parece muy bien.
 
Ya que estamos con las lenguas más o menos “propias” (¿quién es el propietario?) recomiendo vivamente un libro que acaba de salir:Lenguas en guerra, de Irene Lozano. Es el último premio Espasa de ensayo. Me cabe el honor de haber formado parte del jurado. (Que conste que no conocía a la autora). El libro es de lectura fácil, apasionada y directa. Da en el clavo de muchas de las polémicas que se recogen en esta seccioncilla. Supongo que ya informé de la aparición de mi libroLa lengua viva(La Esfera de los libros). Ahora veo que tiene una parte desproporcionada de comentarios sobre las “lenguas en guerra” de las que escribe doña Irene. Aprovecho la ocasión para señalar la aparición de otro libro mío, en este caso una novela, con el título deNuestro mundo no es de este reino(Algaida). Espero que los libertarios puntillosos no lo consideren muy irreverente, el título y el contenido. Es un relato erótico-religioso o vaya usted a saber. Algún libertario protestón dirá que por qué escribo novelas si no soy novelista. No tengo remedio.

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