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Fundación Heritage

Una alianza vital

Peter Brookes

Cuando el Presidente Bush llegue mañana, se merecerá una vuelta olímpica por una singular hazaña en política exterior: Haber hecho crecer y profundizado la alianza EEUU-Japón.
 
Los críticos de Bush lamentan el estado de las relaciones con nuestros supuestos aliados europeos como Francia y Alemania, pero pasan por alto las mejoras en la alianza japonesa. Oihqwrf 
 
Japón se está convirtiendo en un socio para América comparable sólo a Gran Bretaña, aliado incondicional en la región y socio global en otros asuntos en el mundo entero; dos poderes que comparten valores y visión similares, deseosos de aunar recursos para enfrentar desalentadores problemas políticos, económicos y hasta de seguridad.
 
Grandes desafíos atormentan a Estados Unidos en el Pacífico, desde el incierto surgimiento de China hasta armas nucleares norcoreanas. Washington necesita tanto como sea posible muchos socios fuertes y capaces . Y el Japón democrático –que es la segunda economía mundial y posee un ejército altamente capaz– colma esas necesidades magníficamente. Es por lo que Tokio se ha convertido en la primera parada de la gira por el Noreste asiático de una semana de duración.
 
El Presidente será calurosamente recibido por el valiente Primer Ministro japonés Junichiro Koizumi. Su amistad ha ayudado a mejorar la sociedad. (Tampoco estuvo nada mal que a los dos les gustase el béisbol, las relaciones personales cuentan, hasta en cuestiones internacionales…) La relación EEUU-Japón no ha sido así de buena siempre. En los años posteriores a la Guerra Fría, tanto Washington como Tokio pusieron en tela de juicio la necesidad y el valor de la alianza.
 
En los años 90, la actitud americana fue la de criticar duramente a Japón en asuntos de comercio y “pasar” de ellos por completo. La administración Clinton abandonó el énfasis que había tenido la política americana por mucho tiempo en sus anticomunistas y antisoviéticos aliados del Pacífico, para centrar su futura política asiática en China.
 
Japón también se lo estaba pensando dos veces. Sin la amenaza soviética al norte, Tokio reevaluó la carga social –por ejemplo, abusos sexuales–, financiera –miles de millones en apoyo de nación anfitriona–, y la medioambiental –ruido de los reactores militares– por tener en casa casi 50.000 soldados americanos.
 
Pero el rápido crecimiento de China y el aumento de efectivos de su ejército, más las los programas nucleares “casi pero no congelados aún” de Corea del Norte llevaron a algunos en ambas naciones a cuestionarse la sabiduría de ir cada uno por su lado.
 
Bush, buscando ser elegido en el 2000 prometió revertir el rumbo y fortalecer las alianzas americanas del Pacífico, especialmente la relación japonesa. Cuando accedió al cargo, su equipo de seguridad nacional hizo justamente eso.
 
En realidad, la administración Bush ha hecho evolucionar la alianza EEUU-Japón de “grrrr” a “grande”. Y hay muchos ejemplos:
 
-Desde Octubre 2001, Japón ha dado 150 millones de dólares en combustible para los barcos de 12 naciones apoyando Afganistán y operaciones de contraterrorismo en el Océano Índico. Sin ese apoyo, algunos socios de la coalición simplemente no podrían haber participado.
 
-En Afganistán, Tokio contribuyó con 1.000 millones de dólares en ayuda para la reconstrucción. Los japoneses están reconstruyendo la carretera Kandahar-Herat Ring, estropeada desde el fin de la guerra soviético-afgana y en terrible necesidad de desarrollo económico y seguridad interna.
 
-En Irak, Japón ya ha gastado unos 1.500 millones de dólares de los 5.000 millones prometidos para la reconstrucción. Han reconstruido-reparado plantas de tratamiento de agua, centrales eléctricas, hospitales. Han suministrado ambulancias, equipamiento médico y material, así como la ayuda para las elecciones en Irak.
 
La alianza se ha fortalecido enormemente, pero Japón no es Gran Bretaña aún. Mientras que las tropas de Tokio pueden servir en lugares como Irak, no pueden intervenir fuera de Japón. La “pacifista” constitución japonesa (redactada por EEUU) se lo prohíbe.
 
Los japoneses están considerando una enmienda para tener un papel más preponderante en la seguridad internacional. Esto pondrá nervioso a más de uno, especialmente a los vecinos de Japón, pero mientras que Tokio se mantenga leal a su alianza con EEUU, las cosas irán bien.
 
Seguirá habiendo fricciones en el terreno económico, como en asuntos de acceso a mercados japoneses y restricciones a la carne de ternera americana por la preocupación japonesa por las vacas locas. Pero en general, la alianza no ha estado mejor en sus más de 50 años de existencia y es en mayor parte debido a los esfuerzos de la Casa Blanca.
 
Afortunadamente, tanto Tokio como Londres, han sido aliados firmes hasta cuando todo estaba en contra y Washington se encontró aislado internacionalmente.
 
Profundizando y ampliando las relaciones japonesas es una buena idea. En un mundo al que no le faltan los desafíos internacionales, desde Irán el SIDA, nuestro equipo va a necesitar todos los “Japones” y “Gran Bretañas” que podamos conseguir.
 
©2005 Peter Brookes
*Traducido por Miryam Lindberg
 
Peter Brookes ha sido Vicesecretario Adjunto de la Secretaría de Defensa de Estados Unidos y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.

Libertad Digital agradece a la Fundación Heritage y al Sr. Brookes el permiso para publicar este artículo. 

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